A aquel ser oscuro…
Me encuentro en este espacio lúgubre y basto, entre las llanuras de la sombra y el desdén.
Cabalgando una criatura llamada miedo que me lleva hacia un destino con nombre muerte.
Las tinieblas se regocijan ante la llegada triunfante de este vástago y bastardo, apadrinado de la amargura y la inseguridad.
Las concubinas proclaman su pérfido nombre, el conocido por todos en este valle de solo dolor.
El rey y dictador, nada justo y nada bueno, sabe su nombre y no lo niega, entre el llanto y el lamento, su eco se escuchó.
Aquí está el hijo predilecto, cuyo padre no conoce, el que fue abandonado, y nadie reclamó.
Entre serpientes y sabandijas fue criado, y como un repelente así creció, un vagabundo más y esclavo, de la frialdad y el desamor.
Resentido en su armadura, se dice será coronado, desposado a una hembra muy material.
Un día como este, yo que conocí su creador, blandó una espada en su puño y al mismo viento calló.
Con su paso redoblante, usando una capa de piel, una corona de espinas y sudando pura hiel.
Ese fue tu padre, el que todos saben pero no conocen, te lo presento ahora que tienes la madurez.
Es aquel viejo, lleno de rocas y alambres, envuelto en un capullo y falto de piedad.
Entre lágrimas de sangre, ha empezado su sufrir, descubriendo que ya es muy tarde, su modo de vida cambiar.
Ya arrepentido y derrotado, sin más que pelear, su trono ha perdido al ver la vejez llegar.
Algunos le llaman odio, otros le llaman rencor, pero finalmente sabremos algo, que es todo menos amor.
 
         A aquel ser oscuro
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