Tienes la mirada pesada y me observas con hambre entre tus dientes,
me rodeas lentamente por la cintura con tus brazos
y tus labios en se arrebato están a punto de morderme.
El silencio azota la espalda del oído de los extraños,
pero un iracundo gemido de placer suena diferente en el ambiente.
Resulta que como tu, yo también soy un cazador,
y mientras tu flanqueabas mi cuerpo, yo te quitaba la ropa.
Algo peligroso en un invierno como este.
La luz nos a abandonado y por ende no presenciara lo que pase luego.
No vera cuando tus garras rasguen mi abdomen.
No vera cuando mis fauces muerdan tu cuello.
No te escuchara gritando en la noche, y no me escuchara susurrar en tu pecho.
La luz con suerte vera nuestros cuerpos sin vida, despertar.
Y con suerte, acechar de nuevo.
– Te preguntare algo.
¿Mirarías a tus miedos a los ojos, para luego robarle un beso?–
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