Si la noche llega a tu habitación y te seduce con su aire de soledad, por favor, piensa en mí.
Si escuchas mi voz en los dulces campos de tus sueños, y tu cuerpo dormido reacciona ante la ilusión de mi presencia, por favor despierta, y piensa en mí.
Si la frescura de la mañana te arropa y grita en el oído de tu piel mi nombre; y si el mediodía, por casualidad, resucita el brillo de las miradas que alguna vez te di; por la sangre que alimenta mi corazón te pido que pienses en mí.
Si alguna de las cosas que yo amaba, como las puestas de sol o el aliento del mar, te recuerdan que también mi amor es grande, te lo ruego por mi vida; piensa en mí, porque yo estaré pensando en ti.
Y si la vida te obliga a extrañarme, piensa en mí; te prometo que yo habré terminado de pensar en ti.
Proximamente «Crónicas de una venta cotidiana», de cuentos.
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