Es la pregunta que me hice alguna vez al contemplar cómo un cuerpo inerte bailaba en la quietud de un ataúd. Es el miedo que se siente en lo profundo del corazón porque al final de la vida parece que ni siquiera los sentimientos nos acompañan. ¿A dónde se dirige el alma libre cuando abandona al cuerpo indolente? ¿Hacia una nueva vida después de la muerte, o hacia la muerte que está después de la vida?
En ocasiones la vida parece un viaje, en ocasiones parece un camino, en ocasiones parece un espejismo, y en ocasiones parece una trilogía conjunta que no se toca mientras se camina por ella en un largo viaje que en realidad es tan corto como el tiempo y sus segundos. Es un viaje en el que nunca se despegan los pies de la tierra. Es un viaje en el que nunca se viaja pero aun así el alma termina en un lugar distinto cada día, cada noche, cada vez que mira atrás. Es un camino que nunca se pisa para caminar pero que toma las huellas de nuestras pisadas al andar. Es una vía, calle, sendero, calzada, autopista, avenida o pasaje que lleva a todas partes y a ningún destino en especial. Es un espejismo que se esfuma cuando se está a punto de atraparlo, un ensueño que se sueña cada noche bajo la mirada de los astros refulgentes, una ilusión que aparece en los sueños que se sueñan despierto. Pero definitivamente la vida es un sueño que se vive en el silencio que se oculta detrás de los ruidos de los sueños.
La vida es todas estas cosas sencillas y complicadas que se gozan mientras se duerme porque con los ojos abiertos los terrores atacan. ¿Estamos dormidos? Al parecer sí, pues la única realidad vive en nuestra mente, una mente que nos duerme y nos despierta en el acto eterno de las cosas bellas. Estamos dormidos, sedados por la fuerza de los deseos incontenibles que nos lanzan a una vigilia profunda donde todo es ambición, donde todo es magia material que resiste el peso de la razón sin razón; razón equivoca que nace de la boca y sin razón se equivoca. Estamos arrinconados por los batacazos de los sentidos sin sentido; donde no tiene sentido el apetito que se esfuma después de saciarse pero sigue intacto en el corazón hambriento.
Estamos dormidos en la realidad y no sabemos si despertamos cuando vamos a dormir o cuando hay que despertar. Caminamos como muertos vivientes que persiguen una estrella al final del camino. Caminamos como una máquina obediente que de manera sincronizada recoleta la vida que está afuera para guardarla en la vida que está adentro sin saber cuál es más valiosa, ¿la de afuera o la de adentro? Sin saber cuál es más real, ¿la que se ve o la que se siente? El alma está en la mente, los pensamientos están en la mente, los sueños están en la mente; las palabras, los gustos, las creencias, los recuerdos, los anhelos, las metas, el amor, la amistad, el tiempo, los colores, los olores, los sabores, el sexo… todo está en la mente y la mente está en la vida pero, ¿cuál es más real, la mente o la vida? Se muere sin la mente y se mure sin la vida, se vive con una y también con la otra, y ambas conforman la verdad y cada una por su parte conforma una ilusión que cae por el peso de su gravedad.
El hombre pasa tanto tiempo soñando que es imposible no pensar en la ilusión. Todo se va, todo se escapa, todo se aleja porque nada le pertenece y aun así es dueño de todo lo que sus manos tocan y todo lo que sus ojos ven. Y al final se da cuenta que nada se fue y nada se escapó porque las cosas permanecen quietas; es la vida la que dice adiós. La belleza es un patrón desconocido que conoce perfectamente por sus líneas imperfectas. El amor es una emoción que maneja con poder sin llegar a sospechar que al amor nunca nadie lo ha podido manejar. Y el final, ¿dónde está? En la estela del tiempo tal vez, en la anatomía del aire quizás, en el paso que después del siguiente un hombre va a dar o en el día que finalizada la noche tiende a comenzar; quizás sí o quizás no, porque puede ser que el final no sea un final donde todo debe terminar sino un final donde algo debe comenzar. ¿Dónde está? Tal vez en el segundo siguiente que el reloj quiere marcar o en el segundo dormido que el tiempo hace un segundo dejó atrás.
Y si la vida es un sueño, ¿quién nos despertará? No cabe duda que el primer despertar llegó después de un tiempo de meses, pero se durmió para estar listo en el próximo despertar. Obediente es el corazón ante cientos de teorías que pintan la vida como una gloria sin final; obediente y preso de los deseos que lo ponen en libertad mientras vuela enjaulado; obediente a la verdad sin escuchar razones que desmienten la verdad por un poquito de vida que aparece al despertar. Las ansias de un recuerdo sí prohíben preguntar por el misterio que estaba antes de despertar y que quizás encontraremos al mismísimo momento de volver a despertar. ¿Y por qué tanta obsesión con dormir y despertar? Porque es un misterio que se contempla en un cuerpo dormido que nunca más despertará. Porque volamos por la vida más dormidos que despiertos en una alfombra donde todo está sistematizado, donde todo está inventado y no se puede improvisar. Porque no hay misterio más grande en la vida que el de la muerte, y responder si se vive al despertar o si se despierta al momento de morir es un arte de la casualidad y es un golpe de la suerte. En lo uno o en lo otro todo es verdad si es alimentado por los sentimientos del corazón, sentimientos que brindan un sentido a la vida, que hacen al hombre humano y lo preparan para la vida que hay después la vida y la muerte que nunca acabará. ¿Y qué cosa hay en la vida que nos podamos llevar? Nada que se toque y nada que se sienta.
¿A dónde se dirige el alma cuándo el cuerpo por fin la deja en paz? La deja en paz; una paz que nunca tiene porque obsesionada con buscar elige no descansar. Y en el último día de su vida quizá se entere de lo cansada que estará en el eterno descansar porque a descansar no se acostumbró por la obsesión de buscar. ¿Tal vez se va en busca de la felicidad? La felicidad de los deseos que nunca le dieron libertad. ¿A dónde se dirige? Hacia la inhóspita vida que está después de la muerte que la mantuvo muerta mientras vivía.
La vida es un suspiro quimérico que se vive en el abismo de los sueños con el corazón latente y la sonrisa parpadeante. Sospecho que estamos dormidos y no sé quién nos despertará, y si estamos despiertos no sé quién nos dormirá, y tanto lo uno como lo otro es válido para dormir o para despertar.
Briam Segura…
OPINIONES Y COMENTARIOS