Llegó el final. La mujer de la que estaba enamorado se ha ido por completo de mi vida. Es martes 20 de marzo. Son las 10:40 de la noche. Quise llamar a su celular y estaba en la terraza oyendo su voz por una última vez y era tal y como la recordaba, tan dulce y delicada. Oírla de nuevo fue como un flechazo. Como aquella vez que la vi y escuché por primera vez. Cómo cuando éramos uno. Cuando solíamos recorrer las calles a esta hora tomados de la mano y yo aún no era permitido. Todo esto me hizo recordar como todo empezó. Cómo fue que la historia más linda de mi vida que ahora es un cuento de horror, comenzó.

Era quizá esta misma hora cuando escribí el primer mensaje. La saludé para darle comienzo a lo que todos llaman amor y fuese sentido por mí por primer vez. Ella siempre se mantuvo tan distante. Yo no sabía bien lo que hacía, ni lo que sentía pero, me dio por ser y darle una probada a eso de enamorarse. Para ser sincero, le temía a eso, le temo. Es más, uno de los tatuajes que ahora cargo en mi espalda simboliza precisamente el miedo al amor. A enamorarse.

No pasó mucho tiempo para que me empezará a involucrar de tal manera que ella se metió en mi mente a tal punto que, en lo único que pensaba todo el día era en ella. En cómo estaba, cómo se sentía, cómo olía, cómo se veía; así pues, mi modo de vida se convirtió en eso. Pensarla y quererla ver todos y cada uno de los días de la semana y, cuando no la veía u oía, empecé a entender que iba en serio. Que no era broma. Que en verdad me estaba ocurriendo algo muy singular pero, que no quería dejar de sentir. Esa extraña y nueva sensación a lo que yo lo catalogaba como miedo, me empezó a envolver hasta que sucedió. Me enamoré.

Pero ahora recuerdo todo lo vivido, todo lo que pasó en esos 15 maravillosos meses, y me pregunto ¿Cómo terminó? ¿Qué sucedió? No lo sé. Pero a la fecha extraño absolutamente todo de ella y, no sé qué hacer ahora. No sé cómo afrontar lo que se me viene de ahora en adelante sin ella. Sin su sonrisa que me hacia el día más bello, aunque el cielo no fuese azul. Quisiera que regresara a mi lado. Que no se hubiese apartado de mí. Que yo no hubiera tomado la peor decisión de la que toda mi vida me he de arrepentir. Ésta, quizá sea la última carta que haga. Mis latidos se van deteniendo y este «te amo» ya no llega a su destinatario. Lo único que si podré decir es que por siempre seré su ICEMAN y ella mi MORENITA. También, que mi número favorito por el resto de mi vida será el 17, justo la edad que tenía cuando la conocí y empecé a sentir como nadie cuando tuve el bien, y ahora lloro como todos cuando algo se va. Son las 11:17, y mi noche más larga lleva por nombre su esencia, su aroma y presencia…

Y entonces dije: “¡Ojala te mueras!”, luego me di vuelta y me alejé del espejo.

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