Jesús de Nazaret no cabe ni en la izquierda ni en la derecha.
Y, sin embargo —y aquí está la paradoja— incomoda a ambas.
Por qué no es “de izquierdas”
Jesús no fue un revolucionario político en el sentido moderno.
No propuso tomar el poder, ni cambiar estructuras por la fuerza, ni instaurar un sistema económico concreto.
Rechazó ser rey, evitó la insurrección, y cuando Pedro empuñó la espada, la desarmó con una frase definitiva: “Guarda tu espada”.
Además, Jesús habla de conversión interior, de responsabilidad personal, de libertad moral; no promete un paraíso construido solo desde lo externo. En ese sentido, se distancia de toda ideología que crea que basta cambiar el sistema para redimir al ser humano.
¿Por qué no es “de derechas?”
Pero tampoco puede ser apropiado por las derechas clásicas.
Jesús rompe jerarquías sacralizadas, pone en cuestión la riqueza acumulada, denuncia con dureza a los poderosos, se sienta con pobres, prostitutas, enfermos y extranjeros.
Cuando dice “no se puede servir a Dios y al dinero”, está pronunciando una de las críticas más radicales al poder económico absolutizado.
Entonces, ¿dónde está Jesús?
Jesús está fuera del eje ideológico, pero dentro del drama humano.
No habla desde el poder, sino desde la compasión.
No se alía con imperios, ni con partidos.
No promete victoria política, sino transformación del corazón.
No divide el mundo en “los nuestros” y “los otros”, sino en hermanos.
Si quisiéramos usar categorías modernas (con todas sus limitaciones), Jesús estaría:
A la izquierda del egoísmo.
A la derecha del caos.
Y por encima de cualquier dogma político.
Una clave decisiva
Las ideologías buscan tener razón.
Jesús busca salvar al ser humano, incluso de su necesidad de tener razón.
Por eso ha sido incómodo para todos.
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