Capítulo 123 – Reuníos o morid.
La gente del reino huía despavorida desde sus hogares, habiendo
sido abordados en medio de sus reparadores descansos, siendo
dirigidos al interior del castillo del rey Baal por los maestros
magos del reino, quienes sirvieron como murallas protectoras contra
los invasores marinos.
¿Qué
es esa profunda oscuridad? –preguntó el maestro Hi, agudizando su
ardiente mirada en el negro firmamento—. ¡Debemos ir a ayudarlos!
No
te apresures, nuestra prioridad es el cuidado de los ciudadanos del
reino –replicó Jur con calmada frialdad—. Parecen haber
contenido la primera ola de ataque, nosotros debemos proteger el
castillo.
Repentinamente
escucharon una poderosa explosión y vieron a Blaze alejándose de la
oscura neblina, volando hacia el balcón del castillo donde estaba
parado el poseído Ed, notando que estos dos intercambiaban palabras.
¿Qué
será lo que planean esos dos? –se preguntó Ánemos mientras
flotaba a la altura del balcón, bajando al lado de Jur, contemplando
como el falso Chained God comenzaba a mover sus brazos con
intenciones homicidas, terminando toda esa intervención con una
explosión que dio paso a un penetrante silencio.
Blaze
voló de vuelta a la neblina, sumergiéndose en esta, perdiéndose de
vista, disminuyendo parcialmente la negrura que cubría el campo de
batalla por unos segundos.
¡Parece
que vencieron a las criaturas ensambladas! –gritó Cástor, quien
estaba sobre los hombros de Pólux,
informando al resto de los maestros del reino de Baal sobre el
acontecer del campo de batalla, gracias a los primeros rayos de sol
que alivianaban la oscuridad.
Los
pulpos restantes volvieron a alzar sus traseros para oscurecer el
terreno y no perder su ventaja debido al saliente sol, pero esta vez
fueron detenidos por los hermanos de las luces y las sombras.
Ya
no les daremos esa ventaja –dijo Pólux, lanzando a su hermano al
piso, manipulando la neblina para eliminar su negrura, quedando como
un líquido semitransparente, siendo celebrado y vitoreado de
inmediato por las tropas humanas presentes en el terreno.
¿Fue
alguno de ustedes? –preguntó Blaze al notar la decoloración casi
completa de la tinta de los pulpos, notando que incluso Starmancer
lucía algo más limpio, aunque el hedor aún lo acompañaba.
Hänä
negó con su cabeza y miró a Starmancer, recibiendo también una
respuesta negativa de parte de este.
Tiene
que haber sido alguien del castillo entonces –planteó Blaze,
descansando ante el repliegue de sus enemigos tras haber vencido al
contrincante más poderoso presente en el campo de batalla.
¡¿Eso
es todo lo que tienen?! –preguntó Starmancer a sus enemigos frente
a él, uniéndose a las celebraciones por la decoloración de la
molesta tinta que impedía la correcta visión de los humanos.
Los
pulpos dejaron de lanzar su tinta, ya no había razón para hacerlo,
tomando con sus negros tentáculos objetos y cuerpos desde el campo
de batalla para azotar a sus humanos atacantes. De repente, el
camarón gigante vivo y los pulpos comenzaron a elevarse
incómodamente en el aire, moviéndose de forma descontrolada e
intentado volver a sus posiciones en el suelo, mientras los humanos
continuaban celebrando, aplaudiendo y gritando.
¿Quién
puede tomarlos desde tan lejos y con tanta facilidad? –se preguntó
Hänä, mirando en dirección al castillo mientras Starmancer y Blaze
aplaudían y chiflaban con algarabía. También comenzaron a elevarse
los camarones recientemente muertos.
Ves,
te dije que lo tenían controlado –dijo Jur a Hi, caminando ambos
hacia donde estaban el resto de los maestros del reino de Baal,
disponiéndose los seis magos en frente del castillo, formando una
línea defensiva frente a las puertas de la construcción donde se
refugiaban los ciudadanos.
¡Ahora
déjenlos caer para que se revienten! –gritó Blaze al ver la
altura que habían alcanzado los pulpos, camarones y otros pequeños
enemigos que se elevaron segundos después de los animales más
grandes—. Alejémonos un poco o vamos a quedar todos manchados y
malolientes, como Starmancer.
Blaze
se congratuló por su broma, mostrándole los dientes a sus amigos,
notando que los enemigos en vez de precipitarse al piso terminaron
estrellándose entre ellos en medio del aire, escuchándose
ensordecedores y doloridos alaridos.
Bueno,
esa opción también es válida… –dijo Blaze, no cuestionando el
actuar de quien fuera que estaba acabando con las molestas criaturas,
notando el temor de los enemigos que quedaron en el piso ante el
desagradable espectáculo.
Los
seres se siguieron aplastando entre ellos, crujiendo la cola desde
donde emergían las múltiples patas del camarón superviviente,
desgarrándose a lo largo hasta dividirse en dos partes, cambiando su
posición original con crujientes espasmos, ahora apuntando ambas
fracciones hacia abajo.
¡Ouch,
eso debió doler, parece que se las van a arrancar de un tirón!
–exclamó Blaze ante las contorsiones y bramidos de la criatura.
Los
camarones gigantes muertos se destrozaron completamente como
si hubieran explotado desde el interior, flotando los trozos en el
aire como si se fueran livianos pétalos, para
luego acelerarse repentinamente y
precipitarse como rápidas lanzas, clavándose en los blandos
cuerpos de los pulpos, produciéndoles gran sufrimiento.
Esto
se está volviendo grotesco –observó Hänä, notando como las
partes empaladas se sacudían con inusitada vitalidad.
Los
pulpos empalados fueron arrojados sobre el camarón
vivo, cubriéndolo por completo, mientras que las cáscaras de los
camarones muertos se depositaban sobre ellos, cubriéndolos como una
brillante y vistosa armadura, depositándose en las junturas los
escualos, quedando solamente expuestas sus abiertas mandíbulas en la
superficie de los negros cefalópodos.
Esto
ya no parece una masacre… –dijo Blaze, notando la total falta de
pérdida de sangre pese a la evidente destrucción de los seres,
sintiendo escalofríos en todo su cuerpo.
Esto
es… –complementó Starmancer con incredulidad—. ¡Una
reorganización!
Los
peces del campo de batalla empezaron a perder sus escamas,
desprendiéndose estas para luego depositarse e introducirse dentro
de dos tentáculos que brotaban de la espalda del camarón,
extendiéndose estos en forma de enormes alas que
empezaron a agitarse lentamente sobre el terreno, hinchándose como
un globo al batirse hacia abajo, produciéndose el efecto inverso al
aletear hacia arriba. La cola desgarrada del camarón fue también
cubierta por el cuerpo de los pulpos, ahora asemejándose a unas
largas piernas, las que se apoyaron en el campo de batalla y
permitieron a la nueva mezcla de seres mantenerse de pie. Las
tenazas de los camarones muertos se adosaron en el torso de la nueva
criatura, pudiendo salir despedidos desde el cuerpo como si de un
proyectil retráctil se tratara o también utilizarlos como un látigo
de extremo pesado, azotándolo contra sus objetivos para
aplastarlos.
Ahora
se encontraban frente a un inmenso ser de oscura piel cubierto de una
armadura nacarada multicolor y mandíbulas que se abrían y cerraban
constantemente, como si intentaran desgarrar el aire. La negrura de
la piel de los pulpos desplazó el vibrante nácar
de la armadura, volviéndola
completamente oscura, y los vivos colores llenaron el interior de las
mandíbulas, las que producían leves y coloridos
destellos al abrirse y reflejar la tenue luz de la madrugada.
La criatura batió levemente sus escamosas y elásticas alas,
mandando a volar fácilmente a los humanos como si se tratara de
pequeñas hormigas, levantando de paso una polvareda.
¡¿Quién
hizo esto?! –se preguntaron al unísono el grupo de Blaze y el de
los maestros del reino de Baal, habiendo pensando que uno o el otro
grupo estaba destrozando a los monstruos marinos, lo que terminó
siendo una nueva agrupación de seres marinos.
Blaze
apuntó a la criatura con una enorme Explosive Ball y la lanzó con
fiereza, pero esta fue cortada en el aire por un golpe de látigo de
una de las tenazas del torso, antes de siquiera acercarse al cuerpo
del ser, explotando en vano en el aire sin dañar al objetivo de la
maga.
Hänä
empezó a crecer un filoso y enorme
cristal de hielo para arrojárselo al ente, pero todas las tenazas se
elevaron por sobre la cabeza cubierta de mandíbulas del ser,
asemejándose a un dragón de varias cabezas que descansaban
sobre largos cuellos, encendiéndose brillantes bolas de luz entre
sus pinzas, disparándolas en dirección de la hechicera acuática,
destruyendo el hielo con el que pretendía atacarlo.
Las
bocas de los tiburones rugieron todas al mismo tiempo,
produciendo terror entre los guerreros humanos con sus grotescos
gritos, para luego comenzar a producir un melodioso
sonido que empezó a adormecer a quienes escuchaban la melodía,
dejándolos indefensos ante los otros atacantes que aún estaban en
el campo de batalla, aprovechando su momentánea detención
para matarlos mientras estuvieran en trance. Los humanos que no
alcanzaron a ser sometidos por el canto de las pútridas bocas
comenzaron a huir para alejarse del lugar, generándose una avalancha
humana desesperada que se replegó lejos del aberrante monstruo.
¡Bloqueen
como sea ese sonido! –exclamó Hänä a sus amigos y a quienes
pudieran escucharla, reconociendo el canto producido por las bocas—.
¡Es el canto de las Sirenas!
¡Despierten,
estúpidos! –gritó con desesperación Blaze, lanzando inofensivas
pero sonoras Explosive Balls para sacar del trance a los hombres que
habían caído en el melodioso canto, habiendo podido resistir el
hechizo por poco al igual que Starmancer, todo gracias a la
advertencia de la maga de agua—. ¡Tapen sus oídos y replieguense!
Después
de unos minutos, el gigantesco ser estaba rodeado por un amplio
círculo de sus enemigos quienes no se atrevían a acercarse y
que tenían ocupadas sus manos tapando sus oídos para no escuchar el
hipnotizante y fatal canto que las centelleantes mandíbulas seguían
interpretando, imposibilitados de usar sus armas ante el temor de
caer en el melodioso hechizo.
¡Malditos!
No podemos acercarnos y nos tienen a distancia de tiro… –reclamó
Blaze, tapando sus oídos con un muro de viento, mirando las señas
que Starmancer le estaba haciendo al no poder escuchar ningún sonido
externo. Esta vez si las entendió.
Blaze,
Hänä y Starmancer volaron a las afueras del castillo, encontrándose
con los maestros hechiceros del reino de Baal, informándoles sobre
la situación actual del campo de batalla.
¿Pueden
hacerse cargo de los enemigos de a pie? –preguntó Bröck con
seriedad a Blaze, con sus brazos cruzados.
¡Pero
si es lo que hemos estado haciendo hasta ahora! –quiso responder la
hechicera de fuego, frustrada por la situación, pero prefirió
ahorrar el aliento—. No los dejaremos pasar de acá.
Nosotros
nos haremos cargo del grandote –dijo Bröck—. Contamos con
ustedes.
Los
maestros del reino dejaron a los tres amigos a cargo del castillo,
avanzando algunos metros lejos de la edificación, pero no lo
suficientemente cerca de la criatura como para enfrentarla
directamente.
¿Piensan
atacarlo desde tan lejos? –se preguntó Blaze—. Lo ataqué a
quemarropa y partió como si nada mi Explosive Ball, desde esta
distancia le será mucho más fácil contrarrestar lo que le lancen…
Esta
es la situación para la que siempre nos estuvimos preparando –dijo
Bröck a sus apreciados amigos—. Con el poder otorgado por nuestro
rey ya no necesitamos el poder del necromante, nuestra base es
inamovible.
Ahora
podemos suplir eso –respondió Jur con confianza—. Que nuestro
poder fluya en conjunto.
Y
para eso debemos unirnos –dijo Cástor, siendo secundado por Pólux—
no solo como amigos, sino como hermanos.
¡Elevemos
nuestros ardientes espíritus! -exclamaron Ánemos y Hi—. ¡Esta
vez sí lo lograremos!
“Que
su ardiente luz de vitalidad a tu despertar,
susurrando
los anhelos de todas las criaturas,
acción
adaptándose para superar los límites con fresca gracia
y
una voluntad férrea imposible de levantar
que
pueda unificar lo que a simple vista parece discordar.”
Una
ofrenda por todas las vidas… –dijo Bröck, luego de que todos
recitaran las mismas palabras.
Y
todas nuestras vidas como ofrenda –respondieron el resto de los
maestros del reino de Baal.
Los
cuerpos de los maestros se tornaron secos y terrosos, colapsando en
sus lugares como si fueran estatuas hechas de arena, formando cada
uno un inerte y muerto montículo de polvo. Su energía mágica y sus
espíritus abandonaron sus cuerpos, reuniéndose en el aire como un
espiral de brillantes luces, girando y mezclándose, empezando a
tomar la forma de un humano gigante, una silueta oscura
con haces de luces de colores revoloteando en su interior, como si
intentaran escapar desde dentro, pero que al impactar lo que se podía
considerar su superficie, rebotaban y salían disparadas en
direcciones opuestas.
Eso
es nuevo… –dijo Blaze al ver el actuar de los magos— e
irreversible.
La
nueva entidad formada por los maestros magos, que era
del mismo tamaño que la criatura formada por pulpos, camarones y
tiburones, se abalanzó a encontrar a su contrincante, siendo
recibido por las tenazas látigo de su enemigo, aguantando los golpes
físicos y no siendo afectada por el canto de las
mandíbulas, lo que le valió las ovaciones de los guerreros del
reino de Baal.
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