Parezco árbol si no bate el viento,

anclado siempre a la raíz, me hundo inclinado,

divagante y siniestro a veces.

Que no hizo caso a las hojas muertas,

que estaban rodeando el tronco.

Cuando desperté,

blancos acordeones lechosos,

silbaban rumiando ramas, tragando savia.

¡Ay, sin vuelo nunca!

¡Jamás con alas trepando el aire!

Solo reptando cual serpientes mudas, o lentas o muertas.

Solamente eructos en nichos verdes,

que alzando sus hocicos al cielo,

le hacían muecas, el blando coro.

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS