Ecos Bajo la Arena Roja

Ecos Bajo la Arena Roja

Eder lopez

03/12/2025

En el año 2147, en las colonias mineras de Marte, Mara evitaba hablar del día en que su mejor amigo, Luan, desapareció en los túneles cerrados de la mina donde trabajaba su padre. Jugaban cerca del acceso prohibido cuando él insistió en bajar “solo un poco más”, y ella—cobarde, como siempre pensó después—lo dejó ir solo. Nadie volvió a verlo.

Años más tarde, cuando Mara ya formaba parte del turno nocturno de extracción, empezaron los sonidos. Crujidos húmedos detrás de las paredes, respiraciones contenidas, quejidos tan dolorosos que le hacían temblar los dientes. Nadie más oía nada. Sus compañeros la observaban con esa mezcla de lástima y recelo que ya conocía desde la infancia. El insomnio la volvió torpe.

Y una noche llegó tarde al relevo. “Mi compañero ya estará dentro”, pensó, mientras abría la puerta metálica del sector 12. Al principio no comprendió la forma que vio. Era demasiado alta, demasiado delgada, con cuatro extremidades rígidas como varillas. La piel estaba desgarrada en líneas tensas, revelando músculos apretados como si algo los hubiera estrujado durante años.

La criatura devoraba lo que quedaba de sus compañeros cuando levantó la cabeza hacia ella. Fue solo un instante, un parpadeo, pero Mara lo reconoció. Y lo peor: él también la reconoció. Después abrió las fauces y corrió hacia ella. Fue lo último que vio.

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