Decidí volver a mí, para no dejar en otros las ganas de existir, como si la vida fuera una fórmula de razones mágicas.
Acorde con mi corazón, bordé su ilusión y tallé las iniciales del presente, escribiendo un pequeño cuento de sol.
En mis razones descubrí más que una sola canción: era una orquesta de siluetas que bañaban mis ganas de amar.
Entonces salté. Me atreví a recoger mis propios trozos y me abracé, para poder decidir con claridad que, si lo nuevo me está llamando y no viene a pedirme demasiado, me aferro a ojos cerrados al lugar más cálido para descansar…
A ese lugar donde no existe nada más que simplemente existir.
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