Y si con cautela y casi agradecido,
me quitara el propio cuerpo, que aún no es mío,
cubierto por cierto, de seudónimos y anonimatos,
y lo pusiera encima de las raíces de un árbol cualquiera,
para confundirlos,
y así no vengan a mi carne dormida,
hasta ganar el justo tiempo, amargo y riguroso,
y encontrar aquellas cosas,
en las que he tenido suerte,
y poder marcharme, de una vez,
agradecido.
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