I

De nuevo caí en la rutina de solo mirar a Luisa, estaba seguro de que hoy sería el día en el que por fin me animaría a hablar con ella, tal vez sacarle un poco de platica; preguntarle por el clima, si ya había almorzado, o quizás… Si quería ir conmigo a comer algo después del trabajo. Pero no, simplemente me quede ahí mirándola revisar los datos del “Eco Cerebral” en su computadora digital, ya que por temas de seguridad no podemos trabajar con nuestro propio computador Neuronal. Lo único que alcanzaba a ver era la negra pantalla repleta de líneas de código de los datos que los servidores minaban. Por supuesto que mis miradas eran discretas, sería muy raro que me le quedará viendo por largo ratos, pero, recurrentemente me asomaba, fingiendo buscar a alguien o tirar alguna cosa de mi escritorio y recogerla, para así poder verla un rato más. Adoraba todo de ella; su piel güera, su cabello chino que la mayor parte del tiempo se mantenía atado en una coleta simple, sus ojos color miel y sus labios rojos avivados por su labial, aunque delicados, estos me provocaban un sinfín de sueños húmedos, donde mis propios labios se chocaban con los suyos o era mi mejilla la afortunada de recibir un beso suyo. Pero, me quedé en silencio esperando que el reloj marcara la hora de salida. Arrojé todo lo mío en mi mochila y simplemente salí del edificio.

Tal vez abajo en la entrada me la encontraría y ahí sería el momento indicado para hablarle, pero, otra vez solo quedo como una fantasía mía, ella salió con prisa y yo solo caminé con calma para no alcanzarla.

El ruido era incesante, siempre que los relojes marcaban más de las seis todos salían de sus trabajos, caminaban en dirección a las plataformas del Transporte Urbano Aéreo, conocido de manera coloquial como el TUA, quienes eran los nuevos encargados de movilizar a la gente para poder volver a sus hogares. Las hordas de personas se acumulaban en el borde la plataforma de abordaje, algunos quizás tendrían familia y otros simplemente vivan en soledad como yo, alejados de sus seres queridos, en una ciudad que apenas conocen, que se encarga de embriagarlos cada noche con las luces de los edificios donde aún se trabaja o de los espectaculares donde se anuncia el más reciente y revolucionario invento del año, por sexta vez consecutiva. Tal vez algunos aún contaban con esperanza de encontrar algo o alguien con quien evitar la desesperación.

Yo vivo en un departamento bastante pequeño, pero eficaz, para no sentirme como un prisionero. Algunos no tienen la misma suerte y únicamente pueden vivir en un cuarto de dos por dos, con el baño y la cocina compartidos con otros varios inquilinos, como reos que tienen como única labor trabajar para comer y dormir. Una vez dentro del TUA que suele llevarme, tuve la fortuna de agarrar asiento antes de que comenzara a llenarse hasta reventar, con miles de personas amontonadas en el pasillo y en ambas entradas de la unidad. Encendí mí computador neural y comencé a revisar mis mensajes mientras reproducía videos en segundo plano, las noticias de la semana; quien avanzaba en las encuestas de las elecciones de sector, los espectáculos; quienes estaban haciendo la última pieza de animación más esperada del Eco Cerebral, el perfil social de Luisa; sus fotografías en las casi inexistentes playas naturales, o en los volcanes reconstruidos de manera artificial, entre otras cosas sin mucha importancia. Lo único que me importaba era desapegarme un rato mi trabajo, de mi cobardía de hoy, del castigo de viajar apretado en el vagón del TUA.

Casi salgo volando del asiento porque el vagón dio un enfrenón, ya que su programación de rutas sigue sin ser perfecta y casi choca con otra unidad que tenía una ruta con direcciones de vuelo muy parecidas, todos en el vagón empezaron a maldecir entre murmullos. Pero, en mi Computador Neuronal sonó una notificación, un spam de publicidad que debido a la agitación de la unidad termine por abrir, en su contenido hablaba de la pieza más nueva y avanzada de biotecnología de la época, los homúnculos. Un artefacto hecho para ayudar a gente sola a no sentirse tan sola, con la capacidad de cumplir cualquier fantasía, incluso si está involucraba algo sexual, este definitivamente si era el invento del año. El precio era algo elevado para el crédito laboral que recibía un simple supervisor de Big Data, pero, podía sacarlo, solo debía de reducir el crédito que utilizaba para comida durante un par de meses y podría tenerlo, solo tenía que esperar la llegada del domingo, que era mi día libre, solo debía de esperar cuatro días más.

II

Lo tenía ahora entre mis manos y lo tocaba con mi piel. Nunca dejó de pasearse por mi mente; cada que veía a Luisa, cada que lo veía anunciado en alguna pantalla comercial, cada que veía un anuncio en el Eco Cerebral, no había un solo lugar donde no lo viera, si el lugar contaba con una pantalla y el mínimo acceso al Eco, era probable ver el anuncio del homúnculo y con ello un aumento en mi deseo obsesivo por poseerlo. El anuncio se había impreso en mi cerebro.

Realmente era muchísimo mejor de lo que el anuncio decía, el olor y el sabor que soltaba sí que era fascinante, casi como si fuera un afrodisiaco, no hay manera de describir la satisfacción que me causaba tenerlo. Estaba dormido, en “estado estacionario” como decía el instructivo con el que venía, el cual era únicamente una hoja impresa totalmente en tinta azul, las instrucciones eran fáciles:

Uno; colocado en una superficie plana y rodéalo con algo caliente, no dejes de observarlo hasta que “despierte”, dos; siempre dale ordenes, nunca sugerencias o peticiones, en caso de pequeños momentos de rebeldía, solo sea más firme con sus órdenes, tres; disfruta de tus deseos. Advertencia: “Por nada del mundo deje solo al Homúnculo antes de condicionarlo”.

Al reverso de dicho instructivito tenía una leyenda que decía: “Industrias BioDreams C.A. no se hace responsable de la rebeldía generada por el producto en caso del incumplimiento de los pasos en el instructivo” y justo debajo el número de contacto para llamar a la línea de ayuda.

Solo tenía que esperar su despertar y podría hacer lo que quisiera con él, le ordenaría y mandaría a cumplir con aquello que deseaba… Luisa… era en lo único en lo que podía pensar, en su mirada tan picara y en sus labios que no hacían más que provocarme cosquillas en la entrepierna ¿Acaso era real? ¿El cumplimiento de todos mis deseos? ¿Era posible tal suceso?

Me encerré en mi dormitorio con el homúnculo, una pequeña masa amorfa de carne, como si de un feto deforme e incompleto se tratara, apenas podía apreciarse su contorno; su cabeza, su cuerpo, sus brazos y sus piernas. Esperaba ansioso de que despertara pronto para poner en marchar mis deseos no cumplidos con Luisa. Esperé durante más de una hora y no parecía pasar nada, seguía acostado, “dormido”, encima de mis cobertores, ligeramente tapado. No podía dejarlo, anhelaba tener acción, cumplir con mi fantasía de amo y esclavo que llevaba maquinando en mi mente desde que me llego el mensaje. No podía quitar mi mirada de la criatura, qué tal si al irme éste se despertaba y terminaba por revelarse contra mí, su futuro dueño y amo. No podía ignorar el primer paso que ponía el instructivo, no quería descubrir que tan grave era tener un esclavo rebelde.

Activé el reloj de mi Computador Neuronal en segundo plano lo más rápido que pude para ver la hora, y así no quitar la mirada de mi pequeño. Ya había pasado casi otra hora, unos cuarenta o cincuenta minutos para ser un poco más exactos y aún no se despertaba. Comenzaba a dudar de que funcionara, quizás había salido defectuoso o peor aún, terminé por caer en una estafa muy bien elaborada ¿Acaso se había aprovechado de mis fantasías, de mis sueños? Mi estomago rugía por el hambre, pedía a gritos un taco de lo que fuera, pero no podía, era mayor mi deseo por tener a mi esclavo que irme a comer.

La luz del día se acabó, ahora lo que entraba por la ventana de la habitación era la amarillenta, artificial y opaca luz que sueltan los postes que iluminan las calles, fue entonces que aun sin dejar de mirarlo y siguiendo mi instinto di un par de pasos en reversa, hasta que mi espalda se topó con la puerta de madera, moví mi mano por la pared y solo con el tacto encontré el interruptor sin mucho esfuerzo y lo activé. El foco ahorrador ilumino de manera pobre y con frialdad la habitación; blancura en cada esquina, como si de un filtro para fotos del Eco social mal hecho se tratase, con sombras borrosas pero marcadas, hechas por los muebles de la habitación.

Ahora no solo el hambre golpeaba mi cuerpo, también lo hacía el frio, mi piel se enchinaba, y me bañe en escalofríos. Sin apartar la mirada me acerqué al ropero para buscar una sudadera o una chamarra de cierre y así no dejar de mi mirar a mi pequeño. Camine en horizontal como si fuera un cangrejo en medio de la playa, moviéndome desde la puerta hasta el ropero. Mi memoria espacial sobre cómo estaba ordenado el cuarto era envidiable, perfectamente podría andar por él con los ojos tapados. Para mi buena suerte, si encontré una sudadera de cierre, era de color negra, y con un estampado de alguna cosa gringa en el frente, después de todo, la conseguí de la paca.

Ya eran las nueve de la noche, y aun no pasaba nada. No había un “despertar” por parte del homúnculo, me estaba hartando, desesperando ante la situación, así que decidí acercarme en chinga hasta donde estaba. Al estar frente a él lo tome entre mis manos y comencé a pedirle, a suplicarle que despertara, que nos divertiríamos y que disfrutaría de hacerme compañía, pero, no recibía respuestas del pequeño, no se movía, ya ni siquiera podía percibir su aroma, su textura ya no me parecía tan excitante como cuando lo toque por primera vez, mis suplicas y peticiones comenzaron a mezclarse con sollozos, con la voz quebrada y temblorosa que estaba naciendo de mí. Pero, no parecía servir de nada, no escuchaba nada de lo que le decía, estaba muerto, o, mejor dicho, nunca vivió realmente.

La decepción inundó mi cuerpo, la tristeza salía en forma de lágrimas, las gotas de mi llanto caían en mis cobertores, la decepción y tristeza se fueron convirtiendo en coraje y furia que salían en forma de sacudidas, berreos, malas palabras, pero esto mismo permitió que las lágrimas salpicaran un poco al homúnculo, entonces se retorció, su cuerpo comenzó a moverse, desde su interior se agitaba algo, como si quisiera escapar y habitar de inmediato este mundo, lo deje de nuevo sobre la cama y me aleje un par de pasos, fue entonces que comenzó a expandirse. De su piel salían extremidades; una mano, una pierna y luego comenzaron a salir los ojos, el pelo, los dientes todo de manera caótica, comenzó a manchar de sangre los cobertores y salpicar un extraño liquido amarillento en las paredes y sobre mi ropa, esta extraña sustancia emergente de él era muy parecido al pus, mi rostro estaba cubierto casi por completo de aquella sustancia, inclusive un poco había logrado colarse dentro de mi boca, fue entonces que volví a experimentar excitación, el sabor y el aroma de dicho pus era afrodisiaco, sentí una descarga en mi cuerpo, como si estuviera recibiendo una especie de shock eléctrico.

El pequeño ya no tenía forma de feto, ahora era intolerable, era una abominación; con brazos, piernas, ojos, bocas, pelos, orejas, vergas, vaginas y toda parte del cuerpo visible estaba pegado de manera superficial sobre un montón de carne. Era aborrecible, los escalofríos me dejaron inmóvil, sin poder correr lo más lejos que pudiera ante la horrible criatura y la retorcida escena que se estaba desarrollando frente a mí ¿Acaso me había tocado uno de aquellos homúnculos defectuoso? ¿Debía de llamar a la línea de ayuda de la compañía?

Su tamaño comenzaba a aumentar, la masa de carne se desbordaba por las orillas de la cama y comenzaba a tocar el suelo, dentro de poco llenaría la habitación y más importante, quizás terminaría por consumirme. El miedo por se absorbido fue suficiente para devolverme la capacidad de movilidad, pero solo en mi boca.

– De… De… ¡Detente! – fue lo único que salió de mis labios, pareciendo más un murmullo de algún tartamudo que un grito.

La masa sin forma recobro conciencia y dejo de expandirse, se quedó ahí inmóvil, aun aborrecible; parpadeando con los ojos con los que ya contaba, soltando espasmos en las extremidades que ya tenía y con un sonido muy parecido al de un animal que no quiere ir al matadero, el cual llenaba la habitación por la gran cantidad de bocas que había desarrollado. En verdad estaba vivo, pero no era muy agradable a la vista, el éxtasis del pus había dejado de tener efecto y ahora tenía nauseas, quería vomitar; la garganta me ardía por el vómito que trataba de escapar. Pero con toda la voluntad que aun me quedaba regrese mis fluidos a donde pertenencia, en mi estómago.

–Deja de ser tan horrible – Fue la primera orden que le di – Toma la forma de una mujer promedio

La masa de carne comenzó a encogerse, los brazos, las piernas, los ojos, las bocas, los genitales comenzaron a esconderse dentro de la masa, pero ésta aún se desbordaba de mi cama, solo para empezar a endurecerse y cambiar de color, ahora tenía un tono gris, como el del engrudo. La masa ya no se movía, me acerque con cuidado, dando cada paso de manera tan lenta como si no quisiera despertar a alguien dormido y una vez cerca, pegue mi oído solo para escuchar un par de seseos acompañados de un toquido desde dentro de la masa que termino por partirse a la mitad como un huevo. En el interior, acostada en la cama y sobre restos de sangre y de pus que había expulsado previamente, se encontraba mi homúnculo, ahora transformado en una mujer que aparentaba estar en sus veintes, de cabello castaño oscuro, piel bronceada y curvas no muy pronunciadas y con cierta cantidad de vello en sus genitales, era la típica chica que uno puede encontrarse en la calle. Abrió los ojos, el color de estos eran café oscuro y miraban directo al techo, no dirigía la mirada a otro lado, únicamente miraba hacia enfrente de donde estuviera su cabeza. Fue entonces que se acomodó para sentarse en la cama. Comenzó a mirarme e inclinar la cabeza como un perro cuando trata de reconocer a su dueño.

–Eres mi dueño. Se supone que tú debes de decirme que es lo que debo de hacer. – Estaba fascinado, si funcionaba, estaba vivo y era mío, era momento de enseñarle quien mandaba en esta casa, enseñarle a no desobedecer y que debía hacer lo que yo quisiera.

–¿Puedes hacer lo que yo quiera? – Le pregunte excitado. Afirmó con la cabeza.

–Puedo hacer lo que usted desee, cambiar mi forma a quien usted quiera – Eso causo más excitación dentro de mí, en todo mi cuerpo, pero especialmente entre mis pantalones.

Recordé que las instrucciones decían que ahora solo debía darle afirmaciones, no preguntarle nada; imponérselo y ordenárselo. Le dije que esperara, que no se moviera de donde estaba y que regresaría en cosa de nada. Salí del cuarto corriendo hacia la cocina donde estaba el lavabo, para limpiarme los restos de pus de mis manos y poder agarrar mejor los objetos manchados por los fluidos expulsados del homúnculo. Volví apresurado, agitado y seseando un poco a pesar de no haber recorrido más de tres metros entre el cuarto y la cocina. Con mi computador cerebral mande un comando directo a mi impresora, para poder mostrarle una foto de Luisa que saque de su perfil del Eco Social, había ido de viaje al puerto en Veracruz, llevaba puesto un traje de baño de una sola pieza así que podía verse la figura de su cuerpo; delgado, con curvas, como bailarina de carnaval.

–Transfórmate en ella, es una mujer – Acepto mis órdenes y lo hizo, se transformó en ella, ahora la tenía frente a mí.

Ahora sus curvas eran más pronunciadas como las de Luisa y el vello que tenía desapareció, me encontraba tan caliente. Parecía un sueño que la tuviera enfrente de mí, con la mirada revise cada rincón de su cuerpo, que a pesar de estar manchado por la porquería del homúnculo seguía siendo preciosa. La tome del brazo, su piel era extremadamente suave, nunca había sentido una piel como la suya, incluso me atrevería a decir que era más suave que la piel de la Luisa original. La lleve al baño para limpiarla, pasando por la cocina y la sala, dejando en el suelo las huellas de sus pies perfectos. Ya dentro del baño comencé a limpiarla como si fuera una mascota, la metí dentro de la tina y empecé a enjabonarla, fue entonces que la sonrisa de mi cara se esfumo.

–¿Por qué me has transformado en esta mujer? ¿Acaso quieres tener sexo con ella? ¿Quieres que te satisfaga de manera falsa? – Me confundí, se suponía que no debía cuestionar o hacer observaciones sobre lo que le ordenaba, pero recordé que debía de ser firmé y que, en dichos casos de desobediencia, sólo volviera a repetirlo o decirlo con más firmeza.

–Sí, por eso mismo te transforme en ella – Se quedó viendo su cuerpo, ojeando la espuma de jabón que tenía en su piel

– Está bien, si así lo deseas – Continúe con su baño, llenado su cuerpo y su cabello de espuma y volviendo a enjuagar, me deleitaba una y otra vez con su cuerpo; su piel, su cabello mojado y la extraña pero excitante inexpresión de su rostro. Al terminar de bañarla la envolví en una toalla y volví a repetirle que esperará.

Fui en chinga a cambiar las sábanas de mi cuarto, a preparar el escenario en donde protagonizaríamos una de mis fantasías desde que conocí a Luisa; besarla, lamerla, acariciarla, chuparla, acostarme con ella. Pero me detuve en seco, las pisadas no eran todas iguales; algunas eran más grandes, otras más pequeñas, como si el homúnculo estuviera cambiando a voluntad su cuerpo. Pero no tenia tiempo de quedarme a mirar ese patrón uniforme de pisadas, tenía algo más importante.

Regrese al baño y el homúnculo se estaba observando al espejo, como hipnotizada por la imagen de a quien imitaba, de Luisa.

–No soy yo – Susurró.

Lo comenzaba a repetir una y otra vez, mientras su rostro parecía moverse, como si la superficie fuere una especie de gelatina, que poco a poco cambiaba su tono de piel e incluso ajustaba sus facciones; la forma de su rostro, sus ojos y su color, el tamaño de su nariz y sus labios. Fue entonces que decidí intervenir, la tomé de los hombros para decirle, afirmarle que no había necesidad de decirse a ella misma eso, o siquiera que se lo cuestionara, pues podía ser muchas personas más y mucho mejor aún, personas que me gustaran a mí. No dijo nada, su rostro ni siquiera parecía haber cambiado y solo se dejó guiar hasta el cuarto donde tendríamos lo nuestro.

Ya estando en el cuarto comencé a quitarme la ropa. Ella me miraba, sin deseo, pero con curiosidad, quizás por lo que colgaba de entre mis piernas, y entonces volvió a hablar

–Quieres placer ¿verdad? ¿Te importa si empiezo con el mío? – Me pregunto.

Era extraño que tuviera la iniciativa, pero estaba demasiado excitado como para prestar atención a los que estaba sucediendo, así que decidí tomarle la palabra y dejar que ella comenzará con su placer. Entonces que se puso de rodillas frente a mí, aun inexpresiva, apreciándome.

–¿Puedes tener una mirada de deseo por mí? – volteo su mirada hacia arriba, hacia mí y sin hablar cambió su expresión, ahora tenía deseo por mí, sus ojos tenían la pupila dilatada y jugaba con su lengua sobre sus labios rojos.

Colocó su mano sobre mi miembro, pero muy contrario a la chaqueta o la mamada que yo esperaba, ella comenzó a absorberme, a deshacer la forma de su mano, se volvió más liquida, como cuando era una masa de carne sin forma y de poco en poco fue cubriendo mi cuerpo. El dolor era penetrante, como agujas pinchándome la piel, pero, igualmente sentía un cosquilleo que me envolvía y se sobreponía al dolor, una extraña combinación de sensaciones, supongo que termine descubriendo que era un poco masoquista, era un placer y una excitación que jamás había sentido en mi vida. Puso su otra mano en mi cuerpo y esta comenzó a repetir el mismo proceso, pero ahora en mi pierna derecha, se fusionaba conmigo, fundía su piel con la mía, absorbía mi cuerpo, me tenía a su merced. La masa de carne en la que volvió a convertirse me envolvía y su rostro poco a poco escalaba hasta que llego al mío. Ya no sentía nada del cuello para abajo, no podía mover nada, no sentía nada más allá de aquel placer masoquista, acompañado de una descarga en mi cerebro mil veces mejor que cuando terminas de masturbarte.

Su rostro cambio al de otras mujeres, algunas que jamás había conocido, pero también cambio a los rostros de famosa actrices de películas, conductoras de televisión e influencers del Eco.

–Me encanta cuando me piden que les de sexo – El raro placer masoquista que sentía se esfumo.

III

La mañana se asomó por la ventana del cuarto de Erik, la luz mañanera se antepuso a la luz artificial del foco ahorrador, todo estaba en absoluto silencio. Erik estaba solo, sentado al borde de la cama, desnudo y con una mirada vacía en la pared de enfrente. Comenzó a marcar el número de la línea de ayuda de Industrias BioDreams C.A., a través de su Computador Neuronal, no tardaron en contestar y Erik fue atendido por una mujer joven en sus recién iniciados treintas, con tono dulce le preguntó cuál era su problema.

–Bueno, quiero regresar su producto. Salió defectuoso… no responde como se supone debería de hacerlo… sí, estuve esperando con él hasta que dejara el “estado estacionario” y nomás no respondió… sí… ajá… gracias por la ayuda… lamento decirle que no estaré en mi casa, tengo que salir por asuntos personales, pero pueden mandar a un repartidor a mi dirección, la caja con el producto estará en la entrada… sí, gracias… Totalmente cerrada… sí, no se preocupe señorita… gracias por la ayuda… – la voz de Erik no sonaba con su tono de costumbre, sino de manera más simple, monótona y fría, como si su alma ya no estuviese dentro de él y solo fuese una cascara vacía.

Erik salió de su cuarto, buscando en la mesita de la sala la caja donde había recibido su homúnculo y comenzó a prepárala, recogió el papel de burbujas con el que estaba envuelto para que no se dañara durante el viaje de entrega. Puso el papel en la caja como si de una cobija se tratara, como si estuviera arreglando la cama donde reposaría nuevamente el homúnculo, tomó entre ambas manos la caja y camino afuera de su casa, justo frente a su puerta.

Erik aún estaba desnudo, parecía no importarle ser visto por los vecinos o por las cámaras del pasillo. Pero, para su fortuna, no había nadie en el edificio en ese momento y las dichosas cámaras estaban en mantenimiento así que no podían grabar lo que sucediera en los pasillos. Erik puso los pies dentro de la caja y comenzó a deshacerse, a dejar su forma humana; a olvidar su piel morena, su cabello castaño, su nariz grande, olvido todo rasgo físico que parecía caracterizarlo y se transformó en un feto pequeño y amorfo que como última voluntad antes de volver a quedarse dormido, extendió un tentáculo de carne de su cuerpo para cerrar la caja y mantenerse seguro, para no ser visto o apreciado por la persona incorrecta.

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