Las almas superiores necesitan del mundo grosero y corrupto de la materia para que el gran plan, el eterno retorno, ese en que las almas depuradas regresan a la fuente, sea, en efecto, cumplido.
En última instancia, la dicotomía Bien – Mal es una fantasiosa entelequia, una ilusión capaz de seducir a los espíritus atrapados en el absurdo de la existencia material, pues, tanto el Diablo como Dios, simbólicamente hablando, se necesitan el uno al otro para mantener la armonía universal a través del aparente enfrentamiento entre fuerzas, en apariencia opuestas, sin embargo, sustancias primordiales que se desprenden, ambas, de la fuente neutral que impregna la totalidad de lo visible e invisible, el motor autopoiético de la eterna e insondable existencia.
Comprender la armonía entre éstas dos fuerzas <>-supone el silencio, no tomar juicio por ninguna causa, callar ante la teolología de la armonía preestablecida – en palabras de Leibniz- , pues aquél hombre o mujer, situado mas allá de la antítesis Bien -Mal, ha anulado el ego, ha muerto, sus palabras no buscan identidad, sino paz, porque la paz trascendental es la superación de los juicios a través de la observación y la soledad.
La soledad es la bella compañía del espíritu que todo lo sabe, porque la soledad mira humilde desde lo alto, sabiendo que, la materia es, necesaria para avanzar dentro del órden autopoiético establecido desde la fuente eterna con el propósito de iluminar desde su conocimiento, después de eones de dicha y sufrimiento, a las almas en camino a fundirse con la nada, con el todo, pues no- ser, es ser de todas partes.
El que no -es, es libre de toda limitación porque ésta habita en todo y todo lo comprende. El no-es, no es del mundo de los vivos, de esta tierra, vive sí, en las almas de los hombres, y toda criatura de la naturaleza, sin embargo, el objetivo final del alma en la materia es armonizar instinto -razón, para, luego de ingentes esfuerzos intelectuales, intuir el conocimiento trascendental a través del silencio, de callar, oír y perderse en las calles oscuras del pensamiento, de la reflexión tétrica y dolorosa del espíritu al amparo de la oscuridad.
El discípulo que esté preparados para oír, comprenderá este mensaje, aquellos que lo comprenden pero están imbuidos en la polaridad, en el caos necesario del mundo material, deben abandonar sus vidas corrientes, esas vidas dicotómicas, en donde cada palabra dicha es una traición al conocimiento que guardan en su luz interior, porque, les aseguro hermanos, que en las cimas de la soledad, retornarán más sabios y depurados, prestos para enseñar a quienes estén dispuestos a oír.
La naturaleza es su cobijo, la luz de la luna, su guía, los libros sus fieles compañeros, la meditación, fuente de gnósis, y la soledad, la mejor maestra.
Huyan y vuelvan, la humanidad los necesita porque aquí, los pocos que los escuchen y crean son y serán faros entre tinieblas, como lo fue el Zaratustra, Hypatia El Cristo, Galileo, Spinoza.
Salgan descalzos entre las praderas y los bosques, hablen con los árboles, las criaturas y las rocas, en ellos, hallarás la fina sabiduría de lo dioses, esos dioses, que habitan en tí, y están en perfecta armonía con las montañas, los ríos y los cielos de la tierra.
Mi casa es mi alma depurada, sólo necesito paz para caminar entre las brasas y escribir sobre lo que la conciencia universal tiene para decirme. Sólo que, esa conciencia, ha fraguado su iluminación a través de la desesperación por respirar día tras días, por pensar en medio de la asfixia, el dolor y la desesperanza, es decir, a través de mí. Sin embargo, la luz nace del barro de la muerte, y mañana, hombres y mujeres despiertos, ustedes serán la vanguardia de las almas en camino a la iluminación, – sin que estas almas sepan, pues, el velo del olvido cierne sobre ellas- que han encontrado, un alma vieja que no obliga, impone o seduce, sólo invita a escuchar, y a vivir en paz.
Las almas bellas como el cristal perfecto, se unirán a ustedes, las almas maduras, escucharán sus mensajes para elegir el silencio sobre el bullicio tormentoso, hostil y noble del ego
No hagan nada, sólo sean ustedes mismos. Sus acciones hablarán, darán cuenta de su sabiduría. La intención de la mirada y el silencio, enseñan más que diez mil palabras juntas.
Germayed.
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