Para:
Ya no puedo seguir mirando esta arma.
No sé si escribo para alejarla de mí o para entender lo que todavía no puedo decir en voz alta.
Fui demasiado fuerte para imaginarlo, pero demasiado débil para hacerlo.
A veces pienso que la vida es como esta pistola: puede matarte al instante o simplemente dejar el gatillo atorado, manteniéndote vivo sin saber si eso es un castigo o una oportunidad…
Soñé que buscaba amor.
Desperté aferrado a la esperanza de encontrarlo y terminé repitiendo el mismo círculo hasta comprender que tú te habías convertido en mi mayor perdición.
Tu recuerdo lo volví mío.
Tu dolor terminó siendo mi único consuelo.
En mis momentos de vacío aún siento tus lágrimas mezcladas con las mías, como si no pudiera distinguir de quién es cada tristeza.
Y, aun así, sigo fingiendo sonrisas que no me pertenecen; no para engañarte, sino para que veas que todavía queda algo de luz.
Eso que tú y yo alguna vez logramos sentir, aunque ahora digas que hay más esperanza en el dolor que en mi aparente falsedad.
Dime, ¿por qué sigues aquí?
¿Dejarías que eso te siga matando?
Escúchame: si esta arma no pudo hacerlo, entonces nada podrá.
Eso es lo que intento que entiendas.
¿Entonces a dónde tienes que apuntar?
Porque afuera —ya lo sabes— no es.
Lo nuestro nunca fue amor.
No lo fue.
Solo buscabas ver tu propio dolor reflejado en alguien más, para así intentar curarlo.
Abrirle los ojos a otro… y luego escupirle en la cara la misma herida que jamás te atreviste a mirar de frente.
No sé si escribo para despedirme o para liberarme.
Quizá para recordar que sigo aquí, aunque no sepa cuánto más.
—Sin Remitente
OPINIONES Y COMENTARIOS