Pregunto por ti al silencio, nunca al olvido.
Pero él me responde con su eco abismal,
ese que se confunde con la ausencia de tu carne,
con el vacío exacto que dejaste al irte.
Dentro de mis ojos vives en un rincón
que no logro hallar—
un territorio ciego donde te escondes
mientras yo me desangro buscándote.
Una respiración entrecortada
cercena el tiempo y la espera
con el mismo filo:
el de saber que estás
y no poder tocarte,
el de sentirte cerca
en la distancia que me parte en dos.
Te busco en cada latido que se rompe,
en cada palabra que no digo,
en el hueco de mi pecho
donde tu nombre arde sin consumirse.
Pregunto por ti al silencio—
y el silencio, cruel, generoso,
me devuelve el eco de lo que fuiste:
un fantasma de carne viva
que habita en mí
como una herida que no quiere cerrarse.
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