Durante varios años viví en un geriátrico, y aunque estaba autorizado por mi hermano Miguel para salir, ya sea a la casa de él, a estudiar, a caminar e incluso a pasear al interior de la provincia. Esto último no lo realizaba, ya que hacer un viajecito, explayarse y luego volver al pesado encierro, quitaba las ganas. Además solo, ya que si bien salía del geriatrico no tenía donde llevar un amigo, si lo encontraba. Pasear ensolitario no tiene demasiado gusto. ¡Pero, no perdía la esperanza!
Un día llegó esa oportunidad, e hice una salida casi idílica con mi familia.
Llegó mi hermana Verónica con su marido en su auto desde Resistencia. Y ellos junto a mi hermano salieron a dar una vuelta por la ciudad, yo llegue justo a tiempo para incluirme.
Pasamos por la estación del ferrocarril y surgió la idea de tomar el Tren de las Sierras, que es un artefacto muy simpático, que hace un recorrido turístico.
Averiguamos los horarios de las salidas, eran una a la mañana y otra a la tarde. Para la de la mañana faltaban escasos quince minutos. Quisimos aprovechar ese viaje, pero la cuestión era donde dejar el auto, ya que no teníamos tiempo de llevarlo a casa. Mis hermanos convinieron en dejarlo en la misma estación. El único través es que el auto era de mi cuñado, y él es muy quisquilloso con todas sus cosas; así que costo un poco de trabajo animarlo a que lo aparcara allí mismo; yo no podía creer que hubiera aceptado y mi gozo era incalculable.
El trencito hizo varias paradas, entre ellas la ciudad de Cosquin, y la de Carlos Paz, entre otras que ya no recuerdo.
La primera es famosa por su festival de folclore, que se lleva a cabo en el anfiteatro-plaza Prospero Molina, al que no entramos, pero si lo vimos desde fuera.
La segunda fue en Carlos Paz, ciudad turística si las hay, sus atracciones entre otras son la aerosilla, que es una especie de funicular, y el reloj cucú de su plaza principal. Yo ardía de deseos de visitarla nuevamente, ya que mi anterior visita fue de adolescente.
Compramos unos sándwiches y gaseosa para comer algo y fuimos a susodicha plaza a ver el tan recordado y querido cucú, ya que decidieron dejar para otra oportunidad la aerosilla.
Ya en la plaza y cerca del mediodía esperando el momento culmine del día para que apareciera tan mentado pajarito. Tal fue nuestra sorpresa que en el momento horario se abrieran las puertecitas del reloj saliera un pajarito y apenas dijera cu se metiese adentro y se cerraran las puertecitas. Realmente fue un momento inolvidable.
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