Mis grullas de cartón

Abatido,

sorprendido …, ¡Mi cielo está repleto de grullas de cartón!

Prendidas como un  broche, llevan ancladas al azul toda mi vida.

Sus cuellos, largos como juncos, se enredan secos,

sin el brillo de aquel verde en que creían.

De momento llega el aire y las inclina … no sé,

no es lo mismo cuando yo pensaba,

que eran vivos pájaros elegantes,

repletos de plumas ligeras,

acostadas unas sobre otras,

escondiendo su alargado cuerpo de flecha,

con ojos pequeños.

Yo ponía arneses a sus largos cuellos,

con la seda de una rueca, que se deshilvanaba,

al ritmo de sus anorexicos vuelos,

estáticos, antiguos, detenidos como en una fotografía en blanco y negro.

Cuando la hilandera iba a llenarse de algodones los ojos,

en el campo moteado de copos blancos, redondos, con mirada de tela,

yo les ataba miles de mis fantasías a su suave planeo,

a ese resbalar de alas abiertas,

para que no murieran en la oscura oquedad que hay en mi cabeza.

¡Volad, volad!, ¡Huid!, No regreséis!  

¡¿No veis que estoy cargado de quejas, chorreante de añoranzas,

repleto de lamentos, tatuado de desesperanzas?!

Mis grullas de cartón se me asemejan.

Yo he cruzado el azul celeste crujiendo,

delgado y seco,

como un papel que ha quedado sobre la mesa, 

aunque sople la ventisca,

prendido como un broche, como ellas.

Sí, soy también una foto grisácea, estática, sin dedicatoria, 

que pasa por la vida sin romperla, sin despertarla siquiera.

Y hay más …

Pero hoy somos mis grullas y yo,

hoy son opacas historias, que se creían nuevas,

y fingen volar, al ritmo de un viento que no llega.

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