Deja que el agua quieta fermente.

Déjala opaca y sucia de savia viva,

que se quede sola, repleta de su preñez.

Yo le haré una canción más tarde

que hable de saltos y vuelos, de polen flotando,

o enredados en patas de insectos.

Bichejos confiados que luego se enredan

en telas de arañas,

que apuntan sus hilos, hacia el firmamento. 

Los fangos revueltos de babosas blandas,

orando en silencio.

Con todas las mieles ungidas,

y las hadas silvestres cantando canciones de trinos y vuelos.

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