Del lado contrario, al montón exacto de mis soledades,

está el largo camino de mis exrelojes,

con todas las horas que he ido perdiendo.

Ventanas de trenes, prodigan las huellas de mis despedidas,

en forma de manos abiertas

y caras pegadas al borde mismo del cristal,

que se van borrando,

desde los andenes de suelos mojados, ,

del estrepitoso,

del breve correr, de ese ruido sordo, 

de los diferentes zapatos mojados.

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