Desde chico me enseñaron que las grandes historias comienzan en lugares pequeños, y este es un nuevo caso que reafirma esta frase. Gracias a su pasión , Clemente hoy puede contarnos su historia que, en lo personal, me emociona.

Criado en una humilde tribu en un bosque hermoso, pero a la vez lleno de peligros, Clemente mostraba chispa de curioso desde el inicio. Él nos contó que los duendes no suelen ser muy respetados en el mundo, pero en ese momento, él no lo entendía. Como cualquier niño, tan solo quería jugar y explorar. No obstante, Clemente era inconsciente de lo peligroso que era el bosque realmente.

Andar solo no era para nada seguro y eso se confirmó el día que se topó con otra tribu. Las cosas acabaron mal. » Las tribus suelen ser muy territoriales» nos dijo. Sin saberlo, ocasionó un conflicto irreparable que terminó con heridos y hasta gente que sigue llorando a sus familiares. Imagínense cómo lo recibió su tribu. Pero a fin de cuentas ¿Fue su culpa ? ¿Acaso el deseo de exploración de un niño debe ser limitado? ¿Hasta qué punto?

Él creció haciendo oídos sordos y haciendo algo que no muchos de su tribu y, me atrevería a decir, no muchos en el mundo hacen. Pensar. Vivía creando cosas, probando nuevas ideas, escuchaba todo lo que los demás decían y luego decidía si tomarlo o no. Al parecer, en su tribu se cerraban solo a lo conocido, pero él se decía “Ey, que habrá fuera de este lugar”. A veces, el loco es quien marca el camino y él decidió que lo vieran así, como un loco.

Pero no solo el deseo de explorar lo conquistaba. Nos mostró un par de artesanías que hizo con su navaja y la verdad… admirable desde todo punto de vista. Él quería ser reconocido. Nunca dudó de sus habilidades y quería que la gente las conozca. Cada vez que planteaba esto a conocidos, recibía rechazos como “Quien va a escuchar a un duende” o “¿Que podés hacer vos que un Elfo no ?”.

Hoy en día, Clemente puede compartirnos todas sus experiencias de vida y nos dijo “El único obstáculo entre tú y tus sueños, eres tú” Fuerte, pero real. ¿Qué hubiera pasado si escuchaba a su entorno? ¿Era inútil o tan solo se lo decía un inútil más? Para su fortuna, su mente siempre se mantuvo en fila con su objetivo… Que el mundo lo conozca por su arte.

Clemente nos contó que dejar su pueblo fue duro. Tenía solo 15 años pero sentía que era el precio a pagar. Su tribu era salvaje, cerrada mentalmente… él pertenecía al otro lado. Sin embargo, ver los ojos de su madre así de tristes con su partida, era algo que lo hacía pensar una y otra vez, si la decisión de irse, era la correcta.

“ Le dejé una carta y me marché. No iba a poder hacerlo cara a cara” nos dijo. Y así fue que se aventuró a lo desconocido.

Sin saberlo, Clemente iba aprendiendo cómo funcionaba el mundo exterior. Caminó por días la Ruta Serpiente y se fue amoldando de maravilla a los pueblos. Sin embargo, su raza no es muy bien vista. No la tuvo nada fácil.

En estos días, Clemente vagaba por lo pueblos vendiendo sus manualidades más que nada y hacia otros trabajos…Un día, él estaba vendiendo manualidades en las calles de Shendertown  cuando vio que un Roadrunner grande frenó en la vereda opuesta. Bajaron cerca de 8 personas, todas humanas. Eran dos familias que estaban siendo guiadas por un Hobbit bajito y regordete. Este hobbit llevaba un pantalón suelto color jean y una chomba azul marino. Por supuesto, nada en sus pies y portaba un palillo. Su piel era color café con leche y se notaba que siempre estaba con una sonrisa

Clemente los siguió con la mirada e instantáneamente vio que el hobbit iluminó de un color azul brillante la punta del palito y comenzó a hablar amplificando su voz. En un tono gracioso pero centrado, comenzó a describir el pueblo de ShenderTown. Las familias miraban a sus alrededores con asombro, hasta que uno de los niños vio a Clemente directamente a los ojos.

Qué momento, ¿no? Lo primero que hizo el goblin fue mostrar una de sus manualidades nos dijo. Saco de uno de sus morrales un oso pardo perfectamente tallado de unos 5 cm de alto y 9 de largo. El nene quedó maravillado mientras Clemente también le sonreía. Luego sacó un mono un poco más pequeño, pero también perfecto. “Comencé a actuar como un mono” nos dijo Clemente y es hasta hoy que recuerdo su risa nostálgica. “Quería que se acerque para mostrarle más”

El niño humano de pelo rubio corto y dientes pequeños, parecía tener cerca de 6 años de edad. Efectivamente, tras ver la actuación de Broadway de Clemente, comenzó a acercarse. Cuando nuestro artista estaba sacando su tercer miniatura, apareció un hombre trabajado en el gimnasio para sacar al niño de ahí. Instantáneamente la situación cambio de ambiente.

El Hombre lo miró mal a Clemente y retó al hijo por acercarse. Ya todos los ojos estaban en nuestro protagonista. Las familias no se movieron. Sin embargo, el hobbit moreno se le acercó al hombre para decirle.

  • Tan solo vende manualidades hombre, que tanto alboroto. Oigan, – Y señalaba a las familias- Acérquense… – Las familias se miraban y miraban a Clemente con asco – Pero vamos, ¿Acaso les he mostrado algo malo hasta ahora?

Mientras hablaba el hobbit, se notaba que el palo brillaba dependiendo la intensidad de su voz. Hacía gestos para que no le tengan miedo a Clemente y se le acerquen a ver sus miniaturas.

  • Aquí en Shendertown y en toda esta zona, los pueblos tienen muchas ferias y vendedores ambulantes, para que se puedan llevar regalitos a sus hogares.

Mientras el Hobbit hablaba, las familias se acercaban y comenzaban a mirar la manta con miniaturas que Clemente exhibía en el piso. Las personas, dudaron al principio, pero veían que las miniaturas… prometían y bastante. Derecho le preguntaron si tenía más y Clemente todo emocionado revolvió sus mochilas e iba sacando con cuidado una por una.

El hobbit moreno sonrió y se alejó por unos minutos. Los niños enloquecían con los animales salvajes mientras que los adultos se maravillaban con los retratos de personas en miniatura. Al final de la visita, Clemente vendió 11 miniaturas. No podía expresar lo que sentía. ¿Acaso su trabajo comenzaba a ser reconocido?

Cuando le pagaron, el señor que había quitado al hijo previamente, le dejó una moneda de oro. ¡ORO! Pensó Clemente. Nunca había ni estado cerca del oro. El hombre debía pagar 1 pieza de plata, pero le dejó una de oro.

“Lo siento” le susurró y le dio una sonrisa que mostraba que, de verdad lo sentía.

Clemente quedó anonadado. Cuando volvió del shock, una lágrima se le caía mientras los niños lo saludaban alejándose. Limpiándose la lágrima, les devolvía el saludo y admiraba la moneda de oro. El Hobbit se acercó.

  • Bien hecho hombre, buena venta. Tienes el placer de hablar con Lucas. ¿Cómo te llamas? – Lucas siempre sonreía como un buen alma centroamericana de nuestro mundo. 

  • Clemente, muy amable Lucas – Clemente no hablaba bien, le costaba la pronunciación.

  • Ni lo digas. Tú te lo ganaste. Están muy bonitas.

  • Muchas gracias

  • Bueno, prepara más que en dos días estoy aquí con Pura uva y un grupo nuevo de personas.

Clemente la verdad no entendía.

  • Si puedes tallarme este rostro, te lo agradecería de corazón.

Lucas sacó una pequeña pintura hecha en un cuaderno donde había un rostro de mujer sonriendo. Clemente la agarró y dijo “Sí”. Lucas sonrió .

  • Exceleeeente buen hombre, no estaremos viendo en dos días. Trabaje duro–  mientras volteaba hacia el gran Roadrunner gritaba – ¡Purauva! ¡Usted es el que manda! – Y Lucas se perdía dentro del Roadrunner.

Clemente ahí vio en la ventana del conductor, otro Hobbit moreno, pelado. Parecía estar tomando vino de una botella. Al escuchar el grito de su compañero Lucas, la dejaba y arrancaba el Roadrunner levantando un poco de tierra, mientras el sol del atardecer, rebotaba en la moneda de oro.

Etiquetas: dyd fantasy

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