Demasiado suya

  Fui suya muchas veces, tantas como el quiso. Me provocaba una sed de adoración, lo que sentí por él, realmente fue amor. Sin embargo, para él, solo fue un momento de emoción. Ocultamos una afición descontrolada. A puertas cerradas logramos consentir el deseo ardiente que sentimos por el otro. Su boca me besaba desesperadamente, sus labios recorrían todo mi cuerpo, sus manos me desvestían con urgencia. Supe que me desea. Para él solo era eso, satisfacer sus propios deseos, regocijarse de satisfacción, no puedo rebatir que entre sus sábanas, mi cuerpo se incendiaba de pasión. Me tocó el corazón, poseía del saber para contemplar mi espíritu. Me hizo descubrir quien soy en cada caricia. Me miraba a los ojos con ternura y me prometía amor. Encontré un lugar seguro cuando lo tenía cerca, en cada abrazo, acostada sobre su pecho mientras acariciaba mi rostro o con su sola presencia. Fui suya y amé serlo, desde entonces aún le pertenezco, comprometí mi corazón, un imperdonable error, pero lo que por él sentí, realmente fue amor.

Fui demasiado suya como para ser de alguien más. Desde ese día no puedo dejar de pensar en él.