LA LLAMADA DESDE EL CUARTO VACIO
Era pasada la medianoche cuando Emilia escuchó sonar el teléfono fijo de su casa.
Lo extraño no era la hora, sino el hecho de que ese teléfono llevaba meses desconectado.
El timbre retumbó por toda la casa vacía, haciendo vibrar los cristales de las ventanas.
Con el corazón latiéndole en los oídos, se levantó de la cama y caminó descalza hasta la sala.
La línea telefónica colgaba del aparato, rota.
Aun así, el teléfono seguía sonando.
Temblando, descolgó.
—¿Hola? —susurró.
Del otro lado, una voz infantil respondió:
—¿Por qué estás en mi cuarto?
Emilia tragó saliva.
—¿Qué… qué cuarto?
—Mi cuarto. El del fondo. Donde duermo —dijo la voz—. No te muevas, ya te vi.
La llamada se cortó.
Desde el pasillo, una puerta que ella juraría haber cerrado comenzó a abrirse lentamente, chirriando.
De adentro salió el sonido de un niño riendo bajito, y una sombra pequeña se movió por el suelo.
Emilia dejó caer el auricular.
Y antes de que pudiera correr, la voz volvió a sonar, pero esta vez no desde el teléfono, sino justo detrás de ella:
—Te dije que no te movieras.
OPINIONES Y COMENTARIOS