Así voy caminando por la vida,
con sandalias, con zapatos,
con botas o pies descalzos,
pateando caminos con piedras,
con matorrales, con flores,
con semáforos y asfalto,
con mi mochila y mi sombra.
– – – – –
Suenan mis pasos despacio,
asoma en mi ventana el alba,
refleja mi silueta el río,
ilumina la luna mi senda
y vuela mi alma en la noche,
lo hace a su modo,
no viaja en tren ni en coche.
– – – – –
Navego en un mar de gaviotas
que vuelan despacio, tranquilas,
sobre las olas dormidas,
sobre pesqueros que parten
hacia aguas bien lejanas,
con gentes de manos curtidas
que van a buscarse la vida.
– – – – –
Así he aprendido a vivir,
entre gritos y voces calladas,
tratando de volar en las alturas,
bajar y bañarme en la calma,
andar entre brasas ardientes
sin quemarme los pies,
así, en este mundo al revés.
– – – – –
Me hieren las cosas que siento,
me ciegan las cosas que veo,
escucho metralla que suena,
gritos que salen del alma,
títeres que ordenan y mandan,
ruedas que giran al revés,
brotes de odio y de sangre.
– – – – –
Como dijo Julio Cortázar:
«las palabras nunca alcanzan
cuando lo que hay que decir
desborda el alma»,
pero siempre van a ser
un arma que empuñar
para crueldades denunciar.
– – – – –
¡Qué las voces no sean calladas!
Escuchemos esos gritos ahogados,
¿Dónde está la luz de la conciencia
en este ambiente silenciado?
¡Qué despierten los corazones dormidos!
Mantengamos la antorcha encendida
para alumbrar el camino.
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