
El Redentor se detuvo cerca de la Tierra, para él, el planeta PL5, a la misma distancia en que un día, un G18, había hecho la Ologramación más cercana de las que se le habían realizado al planeta azul. Finalmente aceptó la propuesta de venir a observar y estudiar al PL5. El primer Mandamiento Cuántico decía, «Solo se considerarán objetos existentes, aquellos cuerpos inanimados o con alguna forma de vida, que hayan sido percibidos por un sistema biológico que atestigüe su realidad.»
La primera vez que observó con detenimiento al PL5, fue cuando visitó el País de la Telepatía. Siempre le había parecido interesante estar en una ciudad donde se prohibía usar el intercambio hablado o escrito, quedando restringido utilizar, cualquier forma de comunicación que no fuera la percepción extrasensorial.
La foto del PL5 estaba sobre una mesa que recordaba, junto a otras imágenes, portadas de revistas antiguas que mostraban astros y nebulosas de llamativos colores. A partir de ese día, comenzó a conocer en profundidad al pequeño planeta. Observó su accidentada geografía debajo del hielo glacial que lo envolvía, y lo más importante, que encontró fue, que existía vida inteligente habitando debajo de hielos y glaciales. Cerca, existía otro planeta muy parecido al PL5, en cuanto a su desarrollo tecnológico, pero diferente en su dinámica de adaptación energética, el PL3.
En la medida que iba desapareciendo el hielo, proceso que aceleraron con su moderada tecnología, quedaron al descubierto, extensas ciudades perfectamente diseñadas y distribuidas por toda la superficie sólida. Las ciudades submarinas fueron abandonadas por los habitantes del PL5, reagrupándose nuevamente, en las zonas sólidas y menos frías del planeta.
Desde sus años de estudios deseó conocer el pequeño astro, no sabía por qué le atraía tanto. Se decía por aquellos tiempos, que era solo un montón de piedras envueltas en hielo azul, con temperaturas glaciales aceptables y habitado por seres de mediocre inteligencia.Y helo aquí, en un extremo del remolino estelar Ts57b, con solo 33 años de edad y a una distancia de 1,5 años luz, que tardó en completar en poco tiempo, viajando por un atajo cuántico. Necesitaba conocer más a esas criaturas que tanto se le asemejaban. Cuando los vio por primera vez se sorprendió de su parecido físico. El Universo albergaba diferentes formas de vida y al parecer, esta versión, parecía ser la más evolucionada y operativa, para llegar a formas de vida de escalas superiores.
Quería ser justo con la decisión que le habían encomendado. Antes de marcharse, tenía que haber enviado el resultado de su elección. Era su única tarea, elegir la más adecuada para la tarea de observar esa parte de la Galaxia. Cuando contactó con los PL5nianos sintió una enorme admiración por aquellos tiernos y amables seres, como solían llamarse, cuando se comparaban con el resto de las civilizaciones que suponían, que poblaban el Universo. La primera vez que entró en contacto con los habitantes, se asombró de aquel sentimiento que lo invadió. Pensaba que las emociones primitivas se habían quedado guardadas en alguna vuelta de su ADN.
Fueron dos civilizaciones las que alcanzaron el desarrollo idóneo, en planetas parecidos. Ya habían acumulado una cantidad aceptable de información como para erigirse en Los Percibidores de esa parte de la galaxia Ts57b. Esa era la tarea por la cual Su Altísima Sabiduría, uno de los 99 poderes del Universo conocido, lo había enviado a esa misión, por sus vastos conocimientos sobre ese planeta.
Tendría que decidir cuál sería el Percibidor idóneo de esa parte de la Galaxia. Entre el planeta PL3 y su vecino PL5, habían pocas diferencias. A su Altísima Sabiduría le preocupaba mucho esta situación de cercanía. Bajo ningún concepto se podía permitir que concomitaran dos Percibidores en una misma zona cósmica, y que en algún momento se comunicaran y lo que era peor aún, intercambiaran información, haciéndose más independientes, y aumentando las dificultades para su control, teniéndose que modificar incluso, el tiempo de elección de una nueva Altísima Sabiduría, si esto sucediera.
Por un insólito descuido habían coincidido esas dos civilizaciones de parecidas tecnologías. Con un solo Percibidor era suficiente, no era de utilidad para el Universo que concomitaran dos formas inteligentes de vida en la misma zona de Ts57b. Con una sola civilización con las capacidades que se requerían, se llegaba al borde de la zona que había que observar. De todas maneras, de los Poderes involucrados, nunca obtendrían suficiente información real PL3 y PL5. Su Altísima Sabiduría tenía suficientes estrategias para abortar esa relación. En caso que se produjese, contaminaría la realidad, creando información de sistemas planetarios que no existieran, y llenaría el espacio con multitudes de datos falsos específicamente para esa tarea. Era la conocida, Desinformación Sideral. Había que seleccionar de las dos una civilización, y la que fuera desestimada, sería involucrada en algún devastador cataclismo. Por eso él estaba allí, a 1,5 años luz de distancia de su planeta. Ya se había agotado el tiempo para que decidiera, cual de los dos planetas era el más idóneo y quedaría finalmente, el Percibidor único y suficiente, de esa parte de la Galaxia en los próximos mil milenios.
Todos los PL5nianos lo observaban atentamente. El Redentor, que así le llamaron, los miró lentamente como si buscara algo en aquellos rostros ya conocidos que no apartaban sus ojos de él, de aquel hombre extraño que un buen día llegó sin dar explicaciones, y se instaló en lo más alto de la única colina que había en esa zona. Allí pensó que la manera que podía diferenciarlos era, conociendo a fondo sus cualidades y sus defectos. Y entonces supo, de cada uno de aquellos simples humanos, sus deseos, aspiraciones y proyectos de vida. Y fue así que comenzó a apreciarlos y a saber más allá del físico, quiénes eran, y cuáles eran sus relaciones con el resto de los humanos, y qué se podía esperar de cada uno de ellos. Y sucedió que cuando conoció al último, una inexplicable pasión por los habitantes de ese planeta lo invadió, los comenzó a amar como un padre a sus hijos, sin importar sus cualidades, ni sus torpezas, ¿sería capaz de abandonar su mundo y quedarse allí para siempre?
Tenía tanto que enseñarles que valdrían la pena esos mil milenios.Y así fue que comenzó a informarse,  no por un nombre, más bien por sus cualidades y sus torpezas, como había decidido.   Allí estaban los agradecidos y los indolentes, los que no dormían, los que eran felices y no lo sabían, los que preferían quedarse siempre con la misma tristeza, y los que escogían otras.
Extenuados con tantas verdades toleradas,  llegaron justo al horizonte  donde habían sido congregados, observando la maravilla de un cercano atardecer. 
Cuando se miraron todos con inusitada solemnidad, serios, lo miraron también a él, más bien lo escudriñaron, y entonces el Redentor entró en un estado de real irrealidad, que hizo que se percatara de algo que nunca le había sucedido, los comprendió a todos, a cada uno por separado y a todos a la vez.
Con solo mirarlos sabía lo que sentían, era como un Dios improvisado, tirano y amoroso. Y fue tan grande su entusiasmo, que al querer explicar lo que le pasaba, y decir que no entregaría  nunca al planeta para que lo destruyeran,  se acercó al horizonte que también era como un Dios que avisaba del final, le desprendió dos pequeñas porciones con sus manos irredentas, las superpuso una encima de la otra, a manera de una cruz, como si señalara un lugar preciso, como una diana absurda que ni él comprendía.  Y entonces un gran silencio los envolvió a todos, sus semblantes se hundieron en sus caras, como un improvisado cráter, descendieron, rotos sus cimientos, hundidos en sus rostros, un terror desconocido que los embargó. No tuvieron tiempo de rezar, los que creían, ni tampoco los ateos, ni los tristes, ni los felices, ni los indolentes…, solo un  mal renegar salió por sus bocas, de unos y otros, culpándose, blasfemando sobre dioses, normas  y mandamientos que no habían sido proclamados aún. Entonces se escuchó como un bramido inacabado, a gran distancia, con la vitalidad de un último estertor, una voz que gritó “MALDITO SEAS PARA SIEMPRE FORASTERO”. 
Él escuchó cerca y lejos un coro formidable de gritos desesperados. Con vergüenza bajó la cabeza, mientras a través del horizonte roto, salía por un oscuro agujero, un mar negro y gelatinoso que anegó los caminos, las calles, las grandes avenidas, los callejones, los vericuetos, los escondrijos, las ciudades rescatadas de los hielos…
Continuaron vaciándose los cielos, cansado de falsas plegarias, indiferente a las súplicas, a oraciones desaprendidas, desangrándose, olvidando miles de perdones tardíos, infrecuentes, olvidados por todos.
El agua negruzca y espesa, manchó los pies de todos. Se arrodillaron como si eso bastara para calmar esa furia extraterrestre y religiosa a la vez. Pero no fue así y los tragó a todos, de uno en uno, con sus cuerpos tiznados, sucios, sin escuchar sus arrepentimientos, ni ver sus lágrimas mezclándose con la baba negra, sin oírlos, sin atender a sus miles de perdones, renegando de algo que no conocían.Y mientras el Redentor, prefirió pensar de que nada estaba ocurriendo, que solo era un sueño mal diseñado. Pensando que los sueños son irrepetibles, decidió vivir aquel sueño. Entonces, titubeante se sentó en el suelo, tiró de aquel manto divino que lo separaba del resto que ya no existía, y se convirtió en uno más, lo inundó aquel pavor que todos conocieron, sintieron … y sin dudarlo más, levantó aquella Cruz e inmediatamente estalló en sus manos un enorme fuego, brillante, preciso. Se alumbró su cielo, el de los PL5nianos y pensó:
¡Que hermoso es el Cosmos!
Miraron arriba los que quedaban resegados todavía, sin saber que de su hermoso planeta, solo quedaría su ingenuas energías vagando por el espacio.
Su Altísima Sabiduría ya había elegido.

 
         El Redentor
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