Poema: Hombres de Fe, Luz y Promesa.
JOSE E DIAZ
En el Edén nació Adán, el primero,
formado por Dios con amor sincero.
Con Eva vivió en la paz celestial,
pero el pecado trajo el bien y el mal.
Noé, del diluvio fue navegante,
justo y fiel en un mundo arrogante.
Construyó un arca, salvando la vida,
cuando la tierra estaba perdida.
Abraham, de fe inquebrantable,
creyó en promesas, aunque inalcanzables.
Padre de pueblos, ejemplo de amor,
camino en fe, guiado por Dios.
Isaac, el hijo de la promesa,
bendecido en paz, sin mucha tristeza.
Portó la herencia de aquel ideal,
un pueblo elegido, un Dios sin igual.
Jacob, luchador y bendecido,
por Dios llamado «Israel», escogido.
Doce hijos tuvo, tribus formó,
y en su linaje el cielo brilló.
José, soñador entre hermanos vendido,
a Egipto llegó, pero fue promovido.
Perdonó, amó, salvó del dolor,
hombre de gracia, visión y valor.
Moisés, con su vara abrió el mar,
sacó a su pueblo del yugo a andar.
En Sinaí, la ley recibió,
y en cada paso, a Dios escuchó.
Josué, valiente y decidido,
tras Moisés fue fiel y entendido.
Cruzó el Jordán, ganó la tierra,
con fe en Dios, venció la guerra.
David, pastor, rey y cantor,
con corazón que amaba al Señor.
Venció a gigantes, compuso canción,
y pecó, sí, pero halló redención.
Salomón, sabio entre los sabios,
alzó el templo con planos exactos.
Su juicio era luz, su trono esplendor,
aunque su corazón, se alejó del Señor.
Elías, fuego del cielo invocó,
contra ídolos, firme se mostró.
No vio la muerte, al cielo subió,
en carro de fuego Dios lo llevó.
Isaías, profeta de visión y clamor,
anunció al Mesías, Salvador.
Habló del Siervo, del Reino venidero,
voz del Altísimo, faro sincero.
Daniel, en Babilonia resistió,
ni leones ni reyes lo doblegó.
Con oración y sueños divinos,
vio el fin de reinos y destinos.
Juan el Bautista, voz que clamó,
en el desierto al pueblo llamó.
Preparó el camino al Redentor,
bautizó al Cordero del Señor.
Pedro, el pescador transformado,
con fuego y valor fue levantado.
Negó, lloró, luego predicó,
y sobre su fe, la Iglesia brotó.
Pablo, de perseguidor a enviado,
con Cristo vivió, al mundo impactado.
Cartas dejó, y en cada nación,
plantó con amor la salvación.
Y al final, Jesús, el Salvador,
Hijo de Dios, eterno Redentor.
Vivió sin mancha, murió por amor,
resucitó con poder y honor.
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