La Magaly de las sombras

El televisor seguía encendido aunque nadie lo había tocado. En la pantalla, Magaly Medina hablaba con su habitual tono ácido, pero algo en su voz sonaba distinto, más grave, más lento, como si hablara desde un lugar demasiado lejano. Laura, sola en su departamento, intentó apagar el aparato, pero el control no respondió. La imagen se distorsionó y por un segundo creyó ver su propio reflejo dentro del estudio de televisión, detrás de la conductora.

Pensó que era su cansancio; llevaba días sin dormir bien. Pero entonces escuchó su nombre. No el de la actriz, ni el de ningún invitado: el suyo, pronunciado con una precisión que le heló la sangre. La voz dijo: “No seas la Magaly de las sombras”. La frase se repitió, primero en la pantalla, luego desde el pasillo. El televisor se apagó solo.

Laura corrió hacia la puerta, pero el pestillo no cedió. En la oscuridad, el monitor del celular se encendió por sí solo mostrando una transmisión en vivo: ella, sentada frente al televisor, observándose a sí misma. La voz volvió, esta vez desde el altavoz: “Ya te viralizaste, Laura”.

Cuando la policía entró al día siguiente, solo encontraron el televisor encendido. Y una sonrisa congelada en la pantalla.

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