Estaba en una grúa de setenta metros de altura desde la que iba a saltar. El monitor, Sixto, me explicaba cómo hacerlo. Tenía que abrir los brazos y tirarme de cabeza como si fuera a caer en una piscina. Esta técnica es como el puenting pero al ser desde una grúa lo llaman Bungee Jumping.
Según iban pasando los segundos más nervioso me sentía, mientras Sixto, que se había dado cuenta y me estaba explicando todos los sistemas de seguridad que había en el engranaje y las cuerdas de sujeción, me pidió que respirara hondo, yo lo hice con ansia. Había ido a disfrutar de la feria, a tener una experiencia única y me estaban temblando las piernas.
Me pidió que me colocara, yo le contesté que me daba mucho miedo, que no me atrevía a saltar, que lo sentía mucho y no iba a pedir que me devolvieran el dinero, pero que me bajara, por favor.
Sixto se empezó a poner colorado. Con una sonrisa forzada se acercó aun más a mí, y me dijo entre dientes que este salto iba a ser un escaparate para la empresa, había venido un equipo de televisión, y solo tenían tiempo para rodar mi salto, me pidió por favor que me diera la vuelta, yo me negué y se acercó tanto a mí que al retroceder por inercia unos centímetros me quedé sin suelo que pisar y comencé a caer lentamente hacia atrás haciendo aspavientos con los brazos.
Sixto, al ver la que había liado me gritó que abriera los brazos y me dejara llevar mientras yo gritaba improperios en mi vertiginosa caída. Veía todo al revés. La tierra daba vueltas a mi alrededor. Comencé a gritar desesperado.
Cuando sentí el primer rebote en el aire, empecé a relajarme un poco, ya sabía que no iba a morir. Iba boca abajo y estaba agotado.
Me posaron en una colchoneta gigante donde me quedé tumbado, sin fuerzas. Al momento estaba rodeado de gente, Sixto y los otros monitores me hablaban todos a la vez y no entendía nada, mientras tanto busqué la cámara de Televisión, le hice un gesto para que se acercara y grité que me habían intentado asesinar, señalando con el dedo a Sixto y en ese momento me mareé.
Me repuse unos minutos después en la enfermería de la empresa de Bungee jumping que se llama “Salta conmigo”, estaba rodeado por Sixto, los otros monitores, la empresaria y una abogada.
Me pidieron disculpas y me rogaron que no los denunciara, que irían a la ruina con un escándalo así. Yo miraba a un lado y a otro sin saber qué hacer y Sixto propuso que hiciéramos juntos una declaración a los medios de comunicación diciendo que esta caída había sido teatralizada en connivencia conmigo porque querían abrir cada jornada con diferentes piruetas allá donde les reclamaran. Diríamos que yo no era un cliente, era un empleado.
Me miraron todos. Comencé a pensar. Estaba en paro, vivía en una ratonera de alquiler y nadie me esperaba. Les exigí un contrato con beneficios. ¿Qué podía perder, la vida?
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