los gusanos sabrán de ti.

haz hecho de mí lo que te dio la gana.

me abriste el pecho con los ojos y metiste tus manos,

hiciste nido ahí,

te quedaste,

como una enfermedad que respira despacio.

no hay pedazo mío que no huela a ti,

ni sombra que no me recuerde que existes.

te comiste mis horas,

me raspaste la voz,

me dejaste llena de tus ecos.

cuando me muera —porque algún día lo haré,

y será con tu nombre enredado en la lengua—

los gusanos vendrán, curiosos, hambrientos,

y al probar mi corazón

sentirán el sabor de tu carne,

la textura exacta de tu ausencia.

se arrastrarán murmurando “tú”,

“tú”,

como si fueran tus dedos

todavía buscándome bajo la piel.

entonces abriré los ojos bajo la tierra,

los miraré comer,

y cuando me pregunten quién fui,

les diré tu nombre,

una y otra vez,

hasta olvidar el mío.

y allí, entre la tierra y la carne podrida, me reiré con tu voz.