El lugar donde me deshice

Hoy tentaste mi estupidez al decirme que morí en tu vida.

Que ya no pertenezco a ese lugar donde soñé arraigarme.

Dijiste que morí, y no volví a contemplar la tibieza del mundo.

Pero toda flor, incluso la más hermosa, es efímera cuando llega su estación de verdugo.

No comprendo cómo me desvaneciste como si fuera un reflejo mal enfocado,

un espectro que no alcanza a existir.

Eras mi bandera en la violencia que me rodeaba.

No había fin hasta que me diste un comienzo.

Mendigar amor fue apenas el anticipo de una ruina que ya conocía.

El dolor no es nuevo, pero morir en vida me resultó extraño.

Tus susurros eran gritos. Tus caricias, puertas cerradas.

Daría más de una vida por dejarte un ramo de flores secas

entre las páginas de tus libros.

Pero ¿qué clase de egoísta sería si exigiera algo a quien dirigió mi vitalidad?

Solo entendí —demasiado tarde—

que mientras te amaba,

iba desapareciendo.

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS