Hoy estoy cansada de sentir el vacío, Ese que siempre me ha acompañado, sentir que no encajo, que debo esconderme para ser tolerada, el vacío que me dice que mi vida no tiene sentido y que habría sido mejor nunca haber nacido.

Es como tener un agujero negro en el pecho, por dónde se cuela la soledad, la ansiedad y miles de pensamientos intrusivos, aquí nada bueno se queda, solo se enredan las palabras por otros mal dichas o tal vez por mi mal escuchadas.

Quedan los universos alternos, de si hubiera dicho o hecho esto o aquello, de si mejor me hubiera callado, huido o quedado. Aún así la fantasía no da calma ni regozo, solo da un lugar dónde evadir el presente.

El vacío nunca se llena, quizá porque no me han amado,  suficiente o etéreamente. Mi vacío atrae hombres sedientos de encuentros físicos, pero esa sed solo hace mi soledad más grande y así lejos de terminarse el agujero de mi pecho parece incrementarse.

El vacío es tan grande, que siento hambre, un hambre radical que recorre desde mi boca hasta los intestinos, pero que aún devorando platos enteros deja a mi gusto famélico, anhelando un sabor, una textura que no sé siquiera si existe, existirá o habrá existido.

Mi vacío no da pausa ni tregua, absorbe sin pensar todo lo que se encuentra, mi felicidad, mis sueños, mis secretos y mis metas, pero nunca les regresa, es ese agujero un oscuro cementerio de esperanzas muertas.

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