Queridas y queridos compañeros de Fuentetaja:
Me dirijo a vosotros como participante de este estupendo Club de Escritura y como compañero profundamente preocupado por el horror que estamos presenciando en Gaza. La matanza de miles de civiles inocentes —mujeres, hombres, niñas y niños— nos interpela como seres humanos y, más aún, como personas vinculadas al ámbito de la palabra, la creación y la reflexión crítica.
Os escribo con la convicción de que la palabra no puede ser neutral frente al dolor. Hoy, en Gaza, la humanidad se desangra. Y mientras tanto, el silencio —ese otro rostro de la violencia— se extiende como una sombra. El mundo se precipita hacia el abismo, y quizá algún día nos toque padecer lo mismo si no hacemos algo en favor de la sensatez y de la vida.
Si la literatura nos ha enseñado algo, es que la palabra puede transformar el mundo. El poema, la narración, la memoria escrita han sido siempre refugio y testimonio, pero también gesto de resistencia. Por eso me atrevo a pediross, con respeto y urgencia, que en vuestros escritos aparezca una huella de solidaridad con el pueblo palestino: un signo de duelo y de empatía hacia quienes están siendo masacrados en Gaza.
El silencio, en momentos como este, también comunica. Repito: no se trata de una cuestión política partidista, sino de una afirmación ética —el compromiso de la escritura con la vida, la justicia y la dignidad humana—. Nadie puede estar a favor de los asesinos de Hamás. Nuestra sensatez siempre estará a favor de la paz y contra el crimen. Un simple mensaje, un texto breve, un símbolo, una declaración puede recordarnos que la escritura no vive al margen de la historia, sino en su corazón más frágil y herido.
Os ruego consideréis esta petición con la seriedad que merece. Hoy, más que nunca, necesitamos que los espacios culturales se alineen con la defensa de la vida. Estoy convencido de que un espacio cultural como este, que cultiva el poder de la palabra, no puede desentenderse de este clamor. La literatura, cuando se hermana con la vida, se convierte en semilla de conciencia y de esperanza.
Con respeto y urgencia,
Aurelio García

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