I.
Te contaré un secreto que en mí vive y me mata
lo haré, te lo prometo
y con ello espero ponerte fin
pero antes quiero tus ojos poder mirar
quiero hundirme en tu mirada
hasta que sea incapaz de respirar
o encontrar un poco de esperanza en algún confín
pues me basta la ilusión de sentir que no he vivido en vano
me es suficiente imaginarlo, porque no me alcanza llorar
saberme inmenso y pequeño a la vez cuando rozo tu piel con mi mano
o cuando camino sin ninguna dirección
aunque tu alma yo ya no pueda alcanzar
y, sin embargo, no pierdo la fe de liberar esta pasión
aunque para ti ahora yo no sea más que un extraño
y se nos haya terminado el tiempo y se vaya apagando mi respiración
aunque me quieras olvidar y tu corazón me prefiera odiar
vengo a susurrarte mi secreto y de ti no demando nada sino conmiseración
aunque ya no me quieras, nos queda para vernos sólo esta corta y fúnebre ocasión
te confieso entonces que es imposible que yo logre dejarte de amar
ésa es de estas letras la razón
por eso despojo mi pecho del corazón.
Y me voy anhelando regresar.
II.
Quiero caminar en la luna, rodear la circunferencia de la luna y, olvidarme del mundo, de quienes me aman y de quienes amo, quiero flotar en el oscuro vacío de la noche, como un suspiro de recién nacido o como la germinación de una semilla en la tierra de los bosques brillantes del cosmos.
Allá, cuyo lugar ignora mi presencia, en ese mismo rincón del tiempo en el que los sueños se vuelven cristales, alcanzo a sostener con mi mirada un instante, tan sólo un breve minuto de memorias que alguna vez fueron mi realidad y que ahora no son más que retazos pequeños del tiempo que habitó mi ser.
Todo este dolor me quema, me arranca el corazón del pecho con sus garras oscuras y, todo es tan insignificante y a la vez tan abismal para mí que infecta mis venas con un deseo insaciable por reunirme con el viento y el agua, ser consumido por el fuego hasta permutar en polvo.
III.
La tengo junto a mí, siento su respiración y me mira con esos ojos grandes y redondos como dos lunas centellantes. Camina, se acerca y cada vez estoy más sumido en su hechizo, nuestras miradas tienen un duelo fundado en la conexión de nuestros deseos, puedo adivinar su próximo movimiento, esa vampira con piel de seda y cabellos tersos y hermosos como ríos de piedras preciosas, sus ojos hipnóticos me miran y me miran sedientos, analizo cada gesto y mi respiración se ofusca, pero los nervios no me traicionan y reduzco la distancia con mis brazos, la atraigo lentamente hacia mi pecho, la observo detenidamente una vez más, memorizo cada detalle de su cara, y nuestros instintos como un par de lobos luchan por salir, los contenemos por un instante, un momento más, antes de que nuestra piel se erice y arda, siento como mis pulmones se llenan de su aroma y la tomo por la cintura mientras miro detenidamente sus labios, luego subo a sus ojos y bajo nuevamente a sus labios. Un segundo más, antes, tan sólo un segundo de paz antes de enfrentar nuestras ganas de mordernos los labios, la agarro con fuerza y la presiono contra mí, ella busca mi boca, la beso y de pronto el tiempo se detiene.
La vampira se transforma en un colibrí y a su vez en un lirio, su sabor es refrescante, la beso sosteniendo con mis manos sus delicados senos, su piel tiene propiedades psicodélicas, sus labios al igual que una conjunción de rubíes y fresas me embriagan.
Conversan nuestras manos cuando las juntamos, se cuentan secretos y volvemos a besarnos, recorro con mis manos los senderos de su figura, me aventuro en sus curvas y mi deseo se eleva hasta las estrellas sobre nosotros, la vampira conoce muy bien su poder, y se entrega una vez más, nos devoramos como si fuésemos caníbales, hasta que su sonrisa tierna se torna un bálsamo y descansamos un par de minutos hasta que la vuelva a tenerla conmigo.
IV.
Detrás de las montañas escucho la marcha de la muerte, las estrellas en el norte anuncian su venida
Con sutileza y afán mi alma no se rinde, sin suerte y ahora sin vida,
Estoy en la tierra ardiente que me vio nacer
Muerte anhelada, escucha mis palabras y concédeme una reunión sin ninguna de tus amenazas,
Muerte detestable y antes deseada, busco en tí un consuelo pero no me alcanzas
Ahora tus designios tendré que aprender, da igual en este mundo lo mismo vivir, amar o perecer
Y, pese a todo, de ti no reniego, te acepto con lágrimas de felicidad, te acepto con el corazón completo.
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