El día está lluvioso, variable,
le pasa igual que a mi,
no sabe si llorar o reír,
si poner su capa de nubes,
vestir su traje azul añil
o lucir el plomizo gris.
Camino despacio y miro,
miro a mi alrededor
despejando mi cabeza,
tranquilizando el alma,
otro día que se hará recuerdo,
que pasará a se ayer.
Entre gritos y silencios,
deseo que se pare todo,
aunque sea por un momento,
olvidarme de lo complicado
que se ha vuelto este mundo,
quiero evadirme, cambiar el rumbo.
Necesito apagar el interruptor,
romper con este mundo actual,
mientras me tomo un café,
en taza pequeña o grande,
con azúcar o sin endulzar,
eso no importa, da igual.
Así, bajo la lluvia o el sol,
el camino guarda mis huellas,
mi mirada abraza el cielo
perdiéndose en el horizonte,
cada minuto es un regalo
en el que yo escribo un verso.
Cielo gris, llovizna fina,
soplo de aliento que
me llega con el viento
y acaricia mi piel,
¡ay que me roba la pluma!
¡ay que se lleva el papel!
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