Fue
joven, sonreía como inepto ante el saber de su condena. Para
el la
vergüenza no existía, no tenia pena alguna. Después de todo la
muerte se asomaba por la puerta. No impuso queja ante la corrupción
notable de su caso, tampoco protesto por la crueldad, solo acepto la
muerte. El proceso le tardo diez años, una década llena de
angustia. Esperaba siempre una noticia que le alegrase su día, pero
nadie le enviaba cartas, ni siquiera llegaban
visitas.
Su única diversión era un árbol al cual cuidaba y apreciaba mucho.
Todos los días estaba delante del árbol por media hora. Así fueron
pasando los años. Hasta que un buen día… murió el árbol, la
gente se esperaba que llorase, que pidiera morir más pronto, pero el
ahora anciano realizo una petición, que su árbol tuviese apoyo,
puesto que este
primero fue torcido como su vida. Apenas lo plantaron se colgó. El
hijo del bandido creció como el nuevo árbol de su padre, recto y de
valores.
Etiquetas:
relato breve
OPINIONES Y COMENTARIOS