Creería decir que uno aprende de los errores y evitaría volver a cometerlos, pero, ¿y si el «error» no es nuestro? Una frase que me agoté de escuchar constantemente es “No te merezco”. Llegué al punto de preguntarme si se trata de una sinceridad del otro, de no creerse merecedor de mi corazón, o si es simplemente una frase de escape hacia un lugar más frío, sin ganas de enfrentar una posible conexión ni la montaña rusa de emociones que ésta puede traer.
Después de que me hayan dicho reiteradas veces que soy demasiado para otro, comencé a preguntarme si doy demasiado por poco y si, en algún momento, me senté a analizar si el otro es realmente merecedor mío. Cuando intento entablar una relación o conexión, siempre priorizo que el otro se sienta bien, doy lo mejor de mí y me olvido de mí mismo. ¿Pero acaso el otro me ofrece algo merecedor para mí? Siempre muero por hacer sentir al otro como un rey bajo mi manto, pero me pregunto: ¿qué me toca a mí? ¿Ser el simple lacayo que da todo y solo obtiene las sobras?
No es sencillo descubrir que siempre estuve dispuesto a dar mi alma, y que nadie estuvo dispuesto siquiera a entregarme un pequeño fragmento de su corazón. Duele profundamente saber que di mi corazón, por una confianza ingenua, y que quedó vacío, pues nadie me devolvió su amor para llenarlo. Con el tiempo vi cómo otros corazones crecían en tamaño y ego, mientras el mío, sin darme cuenta, se hacía más pequeño.
Entre tantas dudas que surgen al darme cuenta de que no prioricé mi amor ni cuidé mi propio corazón, la que más pesa es esta: ¿Habrá alguien dispuesto a darme aunque sea un décimo de su corazón? Qué bello y gratificante sería que alguien se preocupe en hacer crecer mi corazón.
No quisiera que este texto se lea como un reclamo urgente o una necesidad desesperada de compañía. Tómenlo como el desahogo sincero de un chico que, habiendo tenido siempre vínculos mínimos, dio todo por el otro y no recibió nada a cambio. Una persona que honestamente se plantea ser merecedora de un amor verdadero. Un alma que nunca logró ese intercambio, que siempre exportó amor y solo recibió oscuridad y penuria.
Sería hipócrita decir que esto lo escribo entre lágrimas; al contrario, lo hago con pasión y con el corazón lleno. Aunque también es un alma que cada vez se protege más, que se prohíbe darse a cualquiera, que comienza a priorizar quién realmente merece un amor tan grande como el que pretende dar. Así como también evalúa si el posible amor que le ofrezcan es merecedor de su compañía.
Estamos de acuerdo en que alcanzar este nivel de análisis y crecimiento no es sencillo. Con el tiempo uno comienza a entender lo que quiere y, mucho más importante, lo que merece. Un alma dispuesta a cuidarse, a crecer, a mimarse, a abrazarse, a besar sin vergüenza, a mostrarse con orgullo y, tan simple como eso, a ser mirado con el deseo más honesto que unos ojos puedan ofrecer.
OPINIONES Y COMENTARIOS