Es extraño cómo esta vista, tan alta, tan quieta, cambia la perspectiva de todo.
Casi se pueden tocar las nubes con la mano.
Y me encantaría compartirlo. De verdad.
Sobre campos de cemento pálido e inconcluso que se alzan,
descansa un atardecer que no entiende de fronteras.
El mundo se detiene aquí, en el bosque urbano,
mientras mi corazón late tranquilo.
Los pensamientos se vuelven pájaros
en esta voracidad berlinesa que llamo hogar.
En este preciso instante:
alguien escucha “te amo” por primera vez,
un genio da la última pincelada,
un mochilero se pierde para encontrarse,
un atleta con titanio por hueso logra lo imposible,
una mujer que juró no perdonar, perdona.
Alguien canta desafinado contra el miedo.
Alguien busca a alguien para bailar.
Alguien comprende que París, Talca y Londres son destinos, no una broma.
Alguien apunta un telescopio hacia nosotros.
Alguien se despide para siempre.
Quizás no a ti, ni a mí,
ni a nadie que conozcamos.
Pero todo está ocurriendo.
Ahora mismo.
En este momento.
OPINIONES Y COMENTARIOS