La estación del más allá.

La estación del más allá.

Valen

01/08/2025

Cuando Angela cerró los ojos por última vez, no sintió miedo. Solo una cálida sensación, como si flotara envuelta en una manta de viento. No hubo oscuridad ni silencio, sino una suave música lejana, como la de un piano que se toca en otra habitación.

Al abrir los ojos, no estaba en un túnel ni en un jardín celestial. Estaba en una estación de tren. Vieja, de madera crujiente, con bancos antiguos y una luz dorada que no parecía venir del sol. Nadie hablaba, pero todos sonreían.

Una mujer con un sombrero de ala ancha se le acercó y le ofreció un boleto.

¿A dónde va este tren? ; preguntó Angela.

Eso lo decidís vos ; respondió la mujer, con voz tranquila. Podés volver, podés quedarte, o podés seguir más allá.

¿Y qué hay más allá?

La mujer sonrió como si conociera un secreto hermoso.

Lo que soñaste toda la vida. Lo que imaginaste cuando mirabas las estrellas. Lo que sentías cuando alguien te abrazaba sin decir nada.

Angela dudó un momento. Pensó en los suyos, en los que llorarían su ausencia, en los abrazos que aún no dio. Pero también pensó en su abuela, en su perro de la infancia, en el aroma del pan de su madre.

Subió al tren.

El paisaje era extraño y familiar a la vez. No había tiempo ni relojes, solo momentos. En uno vio a su padre joven, bailando con su madre. En otro, a un bebé sonriendo a ver que se trataba de su hijo. Más adelante, un bosque donde las palabras no eran necesarias y todo se entendía con el corazón.

Cuando el tren se detuvo, ya no era Angela. Era música, luz, brisa, memoria. Era parte de todo y de todos.

Quizás eso sea la muerte: un regreso a lo esencial, un viaje sin final, una estación donde cada alma decide su rumbo.

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