Economía con sabor a Perú

Hablar de economía en el Perú es como hablar de un ají de gallina: sabroso, tradicional y lleno de contrastes que enriquecen su esencia, nuestro país tiene una historia económica marcada por retos, pero también por una enorme capacidad de adaptación, creatividad y resiliencia. Aunque a nivel macroeconómico vemos estabilidad con una inflación bajo control, un sol resistente y un crecimiento constante aunque moderado, la verdadera economía se vive en las calles, en los mercados, y en cada emprendimiento que florece a pesar de las dificultades.

Hoy atravesamos un contexto complejo, donde la incertidumbre política ha ralentizado algunas inversiones y afectado la confianza de los consumidores. Pero a pesar de ello, el Perú no se detiene, nuestros pequeños y medianos negocios, muchos nacidos en medio de la adversidad, son prueba viva del espíritu emprendedor que caracteriza a los peruanos. La informalidad aún es un desafío pendiente, pero no por falta de capacidad, sino por falta de condiciones adecuadas, el talento está; el reto es crear oportunidades para que florezca en igualdad.

La economía peruana tiene sabor a esfuerzo colectivo. Desde el agricultor que exporta superalimentos al mundo, hasta el emprendedor que transforma insumos locales en productos con valor agregado. Tenemos un país lleno de energía productiva, con regiones que aportan diversidad y riqueza. Nuestro sector agroexportador sigue posicionándose con fuerza, el turismo comienza a recuperar su vitalidad, y la minería, bien gestionada, sigue siendo un pilar importante, pero más allá de los sectores, lo que más nos distingue es la gente: trabajadora, creativa, luchadora.

El Perú tiene todo para crecer con equidad y sostenibilidad, contamos con recursos naturales, biodiversidad, una ubicación estratégica, pero sobre todo, con un capital humano extraordinario. Lo que necesitamos es fortalecer la articulación entre el Estado, el sector privado y la ciudadanía, apostar por la educación, la descentralización real, la innovación y el respeto por nuestras culturas, una economía con rostro humano, cercana, que escuche y construya con todos.

Porque al final, la economía no son solo cifras del MEF o indicadores del BCR; es también el sueño de miles de peruanos por salir adelante, por vivir mejor, por construir un futuro con dignidad. Y ese sueño, como nuestra comida, tiene sabor a Perú: intenso, diverso y lleno de esperanza.

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