Dios se tragó a sí mismo
en el reflejo de un ojo que parpadeó tarde.
Era Él. O era otro. O eras tú.
Da lo mismo.
(¿Quién estaba mirando?)
Cortó su lengua en 7 mil pedazos.
Una dijo yo,
otra no,
otra amén,
otra simplemente lloró.
Todas crearon mundos.
Ninguno lo adoraba.
Uno lo devoró.
¿Te ha hablado la pared alguna vez?
Era Él.
O eras tú, pretendiendo no saber.
Dios parpadea en la aguja del miedo,
en la carne maldita que niega su luz.
Míralo.
En los manicomios susurra su nombre
como quien no quiere ser escuchado.
Porque si lo oyes…
si lo oyes de verdad…
te voltearás hacia dentro
y ahí está:
El asesino.
El niño.
La madre.
La voz.
El gusano.
La lámpara.
La sed.
Tú.
Solo Dios es Él mismo y otros.
Pero Él ya no recuerda cuál es cuál.
Y tú, criatura rota,
sigues repitiendo que no eres Él.
Pero mientes.
Y Él también.
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