[monologo
de una triste novela inexistente]
Es
que se es pobre, se es pobre y siento como se quiebra mi cartera con
la profundidad del llanto emocional que siento, pero se es difícil
vivir en pobreza, mi padre siempre me decía; Hijo te daré un
consejo sano acerca del ahorro, nunca tengas gatos, estos animales
son como los hombres, desagradecidos y desalmados, pero yo nunca le
entendí porque no debía tener un gato, si los gatos son bonitos,
cariñosos, aunque cuando crecen cambian, pero siguen siendo gatos, a
mi me gustan los gatos, pero no cuando se ponen viejos, cuando se
ponen viejos se vuelven una peste, vagos y pobres, en algún punto de
mi vida quise tener un gato, pero mi sueño se hundió cuando supe
acerca de las responsabilidades que se mantienen a la hora de
sostenerlo. Pero el lado bueno es que mi padre me enseño a ahorrar,
por el aprendí que los gatos viejos se duermen para siempre cuando
no pueden hacer más y que para no tener gatitos, uno lo que hace es
castrar al animal. Su enseñanza me quedo marcada, yo seguí sus
palabras dichas en vida. Cuando se hizo viejo lo desconecte y cuando
supe que podía tener hijos me castre, así aprendí la forma más
blasfema del ahorro, la cual es; gastar en uno lo que no se le quiere
dar a otros.
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