Espejismos del ego

Espejismos del ego

Germayed

21/07/2025

Al lado de la desdicha no estará mi sombra, sino mi amistad. Los hombres marginados están cerca de la iluminación, pues conocen la verdad, las más pura verdad: la esencia de la vida no es la felicidad, sino el caos, la destrucción, como lo fue en un principio este universo: una sopa informe, de partículas sin rumbo fijo, hirviendo, carente de vida, ruin y visceral, sin  atisbo de armonía, no obstante, estas semillas cósmicas guardaban el secreto del futuro orden del universo en estos hombres poseídos por el espíritu de la oscuridad y la ruina pues traen dentro de sí las maravillas geométricas de la naturaleza. ¿Por qué rechazarlos?

  Sólo los que carecen de empatía les repugna la verdad. La verdad no agrada a los ruines hombres superficiales creyentes en la belleza transitoria hecha de materia: Esa materia, envejece, se enajena al pasar los años; solo los recuerdos y los gratos momentos de tiempos pasados permanecen incólumes en la memoría. Vale una cita de Balzac que resume estas última sentencia: «¡Ay, aquellos que han amado solo cuerpos, formas, apariencias! La muerte se los lleva todo. Ama a las almas, las encontrarás de nuevo.»

Estos hombres, -vapuleados por la vida, excecrados, humillados, a escupitajos expulsados de los círculos selectos de cultistas del ego, vagan por ahí, dando tumbos como haciéndole frente forzosamente a la miseria de la existencia. Estos tipos son los espíritus portadores de la luz, no del conocimiento sino de la sabiduría, pues el sufrimiento es el fino maestro de las almas renacidas después de quemarse las heridas en el fuego tormentoso del verano de la indiferencia, de la soledad y el infortunio. 

Estos hombres son realeza, el respeto merecido por padecer las amarguras que los ingenuos optimistas reusan a comprender los encauza por los senderos de la luz perpetua, pues a través de la experiencia, han adquirido la sabiduría de los procesos soterrados que dan origen a la vida: Son extremedamente sensibles a las mutaciones existenciales humanas  ajenas al poder de la razón pues querer, la mayoría de veces no es poder. 

Lo que no está bajo el amparo del exiguo poder individual, causa pesares en hombres acostumbrados a la necesidad de la puntualidad y la pulcritud de las costumbres, ignorantes de que la perfección descansa sobre el barro del caos. Y el caos volverá a retomar la posesión del cuerpo de aquél límpido caballero, perfumado y bien vestido que deja tras de sí gratos aromas de primavera: algún día miles de gusanos dejarán en huesos su otrora losana piel y sus banales estirpes de clase serán ruina en el porvenir del olvido, igualándoles a los caminantes sin calzado, al enfermo en cama resignado a morir en soledad.

Hombres y Mujeres deprimidos, sus pesares son los míos, sus anhelos frustrados son la marca que distingue a este siglo. Los espíritus optimistas se alejan de ustedes, porque ustedes son el faro de la verdad, no de la costra camuflajeada de falsos colores que denostan vidas plásticas, ensayos de perfección sin correspondencia con la objetiva realidad de esta generación exhausta de vivir en medio entelequias que se esfuman al respirar el aire contaminado de los forzados a pensar según los portadores de vacuas y futiles esperanzas que se esfuman en este ambiente plagado de tristezas enmascaradas de bullicio y falsas alegrías. 

   Con educación, hermanos míos, pueden enviar al diablo a los vendedores del éxito personal: el Dorado buscado por los europeos en las antiguas selvas sudamericanas es, en realidad vivir en paz. 

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