Todas las tardes la veo pasar, con su bicicleta y sus crayolas, dibuja tiempos en las paredes y momentos en su cuaderno de cuadricula pequeño.
Todas las tardes la veo pasar con su bicicleta amarilla y sus crayolas de mil colores; pinta el mundo con sus matices, les da volumen y forma, y veo como desliza cada pincelada en mi corazón con solo mírlale pasar.
Todas las tardes la veo pasar con su bicicleta amarilla y sus crayolas de mil colores y su bufanda de rallas verdes en la cual se lleva mis pensamientos que se van enrollado, en esa pequeña prenda de vestir y me lleva a recorrer su mundo de dibujos animados, en los que mi ser viaja irremediablemente a su mundo imaginario.
Todas las tardes la veo escabullirse en su bicicleta amarilla y sus crayolas de mil colores que me dan vueltas, que me colorean el alma, que me funden con su sentir de formas acabadas, de murales escurridos, de abstracción y geometría, que me hace sentir que yo soy esa pintura que surge de su sentir más profundo.
Todas las tardes la veo fugarse entre mis pensamientos, con su bicicleta amarilla y sus crayolas, que más que crayolas son sueños vueltos pequeños coloretes que iluminan mi corazón.
He irremediablemente me hacen fugarme con ella y su exuberante imaginación. Por ella vengo aquí, cada tarde al mismo lugar, solo por sentir ese vaivén en mi alma, que me trasfiere inexorablemente a mi propia infancia perdida.
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