El lirio y el caminante

El lirio y el caminante

Balam

16/07/2025

En mi plácido silencio fui perturbado por el sonido del crujido de las hojas, de al parecer pisadas de un caminante cruzando los senderos de antaño, que se encontraban muy en lo profundo del bosque de Ellén, muy lejos de la humanidad y sus ciudades conglomeradas. Podía percibir como este caminante deambulaba entre los caminos sin ningún sentido, caminaba sin caminar, respiraba sin respirar, veía sin ver; por dentro yo sonreí, otro humano viviendo sin vivir, está muerto pero no lo sabe.
Escuchaba a su corazón afligido y su mente corrompida por el sufrimiento autoimpuesto de reglas y normas carentes de sentido. Solo compasión podía tenerle pues en la infinitud del propósito al que servía, mi espíritu presente estaba en aquel instante previo para conocernos; su destino y mi destino se cruzarían, en la peculiaridad del momento presente. Estaba escrito en el sol, la luna y las estrellas, en el cielo consumando su cometido, que el caminante y yo nos encontraramos en ese día de verano.
De entre todos los lirios yo el escogido fui, no lo sé y nunca lo supe pues tan noble servicio encomendado para los grandes lirios son. Ahora que estaba más próximo a mí, percibía sus pensamientos:
¡Ya no me queda nada todo se acabó para mí!¡Nunca fue justo lo que viví! ¡Me esforcé tanto!¡Siempre pierdo lo que amo! ¿Dónde estas Dios ahora? ¿Dónde?
Era un ciclo sin fin, estába rumiando una y otra vez el mismo tipo de pensamiento. Me mantuve imparcial ante la energía caótica que emanaba aquel extraño caminante. No sabía cómo interrumpir esta danza frenética de pensamientos autodestructivos. ¡Y de pronto se me ocurrió! Me adentré aún más en mi interior para conectar esa fuerza que emanaba en mí en los estados profundos de contemplación. Comencé a desprender mi fragancia intensamente, el aroma comenzó a ondear entre las los demás hermanos lirios y también ellos me comenzaron a ofrecer su ayuda, la fragancia de cien lirios ahora estaba en el aire prístino del valle, viajando por el aire como una marea que sube y baja en formas ondulantes, penetrando cada vez más en la espesura del bosque. FInalmente llegó al caminante; no sabía como lo recibiría y qué reacción tendría. Al recibir esta fragancia llena de sutileza dulce y floral, inmediatamente se detuvo, el aroma era muy intenso. Su patrón mental cesó, dejó de rumear. El silencio volvió al bosque. Su rostro se relajó, dejó de fruncir el entrecejo, relajó su mandíbula, sus hombros bajaron, sus manos que sostenían las asas de la mochila cayeron. Sus pupilas estaban dilatadas y por unos instantes comenzó a ver, respirar, sentir y escuchar como una persona viva.
Los colores se volvieron vivos, el verde de los pinos, el café de los troncos de los árboles, el piar de las aves, el viento en su piel, comenzaba a evocar las más finas emociones de contemplación para aquel es presente momento.
Observé todo su mundo derrumbarse y desaparecer. Ahí estaba la respuesta a su pregunta dónde. Justamente así en medio del camino, su mente se limpiaba, fue el simple hecho de estar presente. Pude ver como el apego, el sufrimiento y la tristeza por la partida de su amante, se desvanecían en el aroma que el viento iba dejando.
Y como su comprensión de lo efímero que la vida era, al igual que la fragancia del lirio que se marchita en el lecho de la ciénega y vuelve a la tierra nutrir, para de él nacer otros cien lirios con su fragancia sutil. Así la vida del hombre como trascendía para nutrir su alma, la tierra y el Universo. Si fluía como el desapego del lirio a la ciénega y a los otros 100 lirios, era posible nutrir el alma , la tierra y el universo con polvo de estrellas, para que más estrellas poblacen el mundo y asi esparcir su vida como el aroma en el viento de los cien lirios.

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