Y volver, volver, volver,
siempre me gusta volver
a mi pueblo otra vez,
igual que las golondrinas,
como esa avecilla familiar
regreso para recordar,
subir y bajar caminos,
saludar a los vecinos
porque aquí dejé el nido.
Vuelvo para ver, para escuchar
los sonidos, los latidos
del amor en mis oídos,
recorrer los caminos
en los que corrí, salté, jugué,
en donde a caminar comencé,
esos que siguen aquí
entre montes y prados,
entre árboles y casas.
Bajo sus tejados grises
hay aves, hay vida,
donde habita la esperanza,
imagen que llega a mis ojos,
retrato de años que pasan
dejándome flashes de juventud,
de amores fugaces, pasajeros,
de amores de verano,
de flores de primavera.
Quizás la lluvia y el viento
han cambiado este paisaje
pero no han borrado las huellas,
sigo viendo la Estela
mientras camino despacio.
¡Ay camino! Tú sabes avivar el fuego,
sabes recuperar los sueños,
esos que, un día, al pisarte nacieron
y hoy me los traes de nuevo.
Entonces eran caminos tranquilos,
de polvo, de piedras, de hierbas,
hoy son caminos de asfalto
que dan algún sobresalto,
caminos que se han dormido
guardando besos de amores furtivos,
la huella de la mano que escribe,
caminos llenos de recuerdos
donde anida el infinito.
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