Cerro Godoy en solitario

El sábado 12 de julio de 2025, como parte de mi Gran Desafío, de completar 30 cumbres en solitario, me dispuse a subir este cerro muy temprano, arrancando a las 7 am. En total oscuridad.

Días previos a este evento, me fui preparando física y mentalmente para esta prueba, realizando otras salidas solo, en otros puntos de la ciudad.

Este ascenso seria el N° 17 de mi proyecto de 30 cumbres en solitario.

El día anterior, viernes 11, el clima en Ushuaia se presentó bastante inestable, con vientos muy fuertes. Ráfagas que superaban los 80 km/hora. Lluvia en la ciudad y nevadas en las partes más altas.

Según el pronóstico, este desafortunado clima, amainaría durante la mañana del sábado y se mantendría estable hasta pasado el mediodía.

Con esta evaluación climática, me propuse intentar este desafiante ascenso.

Sabía que no sería sencillo, pero igual quise intentarlo y así fue.

Entre tantas situaciones estudiadas previamente, había una que me hizo decidir el horario para comenzar.

Esta fue que mi hijita Cielo, me pidió que la llevara a ella y a su prima Agustina a patinar en la pista Yamana. Así que no podía fallarle.

Por eso decidí salir muy temprano a mi caminata para volver temprano y cumplir con su pedido.

El sábado arranco mi día a las 6 am. Preparando mi mochila con lo necesario para afrontar este desafiante trekking.

Teniendo ya todo listo, a punto de salir, me llevo la sorpresa que mi hijo Agustín entraba al departamento, después de haber pasado una noche con sus hermanos por su cumpleaños. Así que fue el momento de re confirmarle que iría al cerro Godoy, que no se preocupara y que iba a estar todo bien.

Arranque camino al Parque del fin del mundo, en el Martial, donde daría inicio este ascenso.

Cuando llegué al punto de partida, según lo previsto, no había ni un alma a las 7 am. Tranquilamente me coloque los crampones y transite por el camino, entre la pista y el rio.

Mientras caminaba, entre los arboles pude ver la hermosa luna, la cual me acompaño durante casi todo el viaje.

Cuando logre llegar a la base de la glaciar, a punto de girar hacia la derecha, con dirección al col del cañadón negro, veo la brillante e impactante compañera lunar sobre la cumbre de la pirámide del Martial, lo que género en mí una gran emoción.

En ese momento me detuve unos instantes, deje mis guantes en el suelo para sacarle fotos y contemplar esa maravillosa visual.

De a ratos algunas ráfagas soplaban con intensidad mientras capturaba esas imágenes.

Sin darme cuenta, uno de mis guantes voló para abajo, así que tuve que descender unos 100 metros aproximadamente para recuperarlo.

Después de ese momento, la luna se fue ocultando detrás de las montañas y la poca claridad que ella generaba se apagó, para seguir mi ascenso en la oscuridad.

Siendo alrededor de las 8 y estando el cielo completamente nublado, muy levemente comenzaba a aclarar.

Delante de mí tenía una prueba importante por superar, la nieve compactada, muy dura en una zona bastante vertical, con ráfagas muy significativas, hizo que cada paso lo haga con total seguridad, tanteando siempre para una pisada firme.

Paso tras paso, me fui acercando al col del Cañadón negro. Una vez alcanzado ese punto, el viento superaba los 100 km/hora, lo que hizo muy dificultoso mantenerme de pie.

Mis ganas de ver un hermoso amanecer se vieron frustradas por los fuertes vientos y la gran nubosidad. Aunque entre algunos huecos de las densas nubes, pude observar un cielo con tonalidades características del crepúsculo.

Al principio solo eran ráfagas, pero después se puso más complejo el clima, con vientos constantes, casi imposible de continuar.

A pesar de ese mal clima, intente seguir ascendiendo hasta la mitad del cerro Godoy, pero cuando me acerque a la zona de paredones reflexione un momento y considere que era muy prudente pegarme la vuelta, por el alto riesgo de que el viento me voltee en esa zona tan vertical.

Cuando comencé a descender el viento seguía azotando con fuerza, volteándome en algunos tramos contra las rocas. Con gran fuerza y valentía seguí adelante, hasta llegar nuevamente al mirador del cañadón.

Desde este punto hasta alcanzar el sendero del Martial, el transito se hizo más ameno, con una baja considerable de la fuerza del viento, lo que permitió avanzar sin mayores complicaciones.

Una vez alcanzado el sendero, sigo mi marcha, hasta ver a lo lejos una persona que se dirigía hacia el mirador. Cruzamos una palabras y me di cuenta que se trataba de un extranjero.

Después de este breve encuentro seguí caminando, atravesando grandes planchones de hielo, dirigiéndome nuevamente hasta la pista de ski. Allí había otros turistas que iban ascendiendo por este espacio seguro.

Retomando nuevamente el camino del costado de la pista, seguí bajando, cruzándome con más turistas, donde inclusive pude superar un grupo de alrededor de 30 soldados que iban a hacer prácticas a la base del glaciar.

Luego me fui acercando al establecimiento del parque del Fin del mundo, donde me encontré con gran cantidad de personas practicando ski y snowboard en la escuela de montaña y donde me esperaba mi auto para regresar a la ciudad.

Siendo las 11 de la mañana di por finalizada esta alocada travesía, dispuesto a regresar a mi hogar para un merecido descanso, a la espera de la hora señalada para ir en busca de mi hija y su primita.

Consideraciones finales

Entiendo bien los riesgos de ir solo a la montaña en busca de nuevas aventuras.

No es lo más recomendable.

En lo personal, me apasiona mucho superar siempre mis propios límites. Encuentro una satisfacción personal, saber qué puedo hacerlo, encuentro mucha paz interior.

Considero que estoy físicamente y mentalmente, muy preparado para afrontar estos desafíos, si no lo estaría, no lo haría, no tomaría tan grandes riesgos.

Ushuaia en invierno tiene condiciones climáticas muy extremas, se necesita una preparación exhaustiva, contar con equipo de seguridad acorde a la situación.

Se necesita una experiencia importante en estos terrenos y una sólida capacidad de juicio y toma de decisiones en situaciones de riesgo.

A su vez se requiere un respeto por la montaña y sus peligros.

Siempre que salgo siento una conexión muy cercana con el Creador, que me acompaña en cada paso, que me guía y me sostiene en los momentos más difíciles.

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