PROLOGO
Y sin buscarlo, alguien aparece.
Con una sonrisa, una mirada, un gesto mínimo que desordena todo lo que uno creía tener en orden.
No es tormenta, no es calma. Es algo distinto: una brisa que aviva, una chispa que enciende sin quemar.
Un pequeño milagro que no se explica, pero se siente.
Estos escritos nacen desde ahí.
Desde el asombro de lo inesperado, desde la elección consciente de quedarse en medio del caos más hermoso.
Porque hay vínculos que no siguen lógicas, pero que nos encuentran igual.
Y elegir sentir — aunque duela, aunque tiemble — a veces es la forma más valiente de amar…
sin ser amado, para volver a amar, en Libertad”…
P.G.
Ser hogar
A quienes buscan su lugar en el mundo,
a los que se pierden para encontrarse,
y a todos los corazones que, aun rotos,
siguen eligiendo encenderse.
─ ∞ ─
Ser el hogar de todo lo que nos habita.
Un café tibio, el crujir suave de medialunas al amanecer.
Inventar historias, vivirlas, ser apenas un suspiro en ellas.
Sentir que el refugio es propio, que el abrigo es verdad.
Creer — con terquedad serena — que el corazón alcanza.
Moverse, no por huir, sino porque hay fuego en el andar.
Tocar con la mirada las almas que cruzan este mundo.
Y así, sentirnos un poco menos solos.
Encender la luz en los días sin sol.
Volver, aunque no sepamos del todo a dónde.
No juzgar al corazón por irse cuando necesitó buscarse.
Seguir apostando por lo que nos prende por dentro.
Estar, simplemente, mejor…
que como la vida nos encuentra cada día.
P.G.
La vida girando
El tiempo se desliza, y la historia muda su piel.
Llegan nuevos días, otros caminos por andar.
Pero hay un temblor suave, casi imperceptible,
en el simple acto de pasar la página.
La vida se escribe en fragmentos,
en instantes que se fugan como suspiros,
y uno piensa en esos mil puntos de inflexión
que cambiaron el rumbo sin avisar.
Nada nos detiene, salvo el miedo.
Y ese miedo – tan íntimo, tan Nuestro –
habita en los pliegues del alma.
Las verdaderas fronteras están adentro.
Animarse es un acto de amor propio,
un grito valiente de quien no quiere dormirse.
Es la pasión de los espíritus indómitos,
de quienes arden en pensamientos sin medida.
El ahora es el único amante fiel,
el que pide presencia,
el que exige romper con todo mandato heredado,
incluso con los propios.
Hay que soltarse, dejarse llevar.
Caminar hacia el vacío no como derrota,
sino como promesa:
porque sólo lo vacío puede ser colmado.
La vida gira, incansable.
Y tal vez amarla sea, simplemente,
atreverse a girar con ella.
P.G.
Desde la ventana
Hay miradas que no buscan, apenas sobrevuelan, esquivan.
Incertidumbres incómodas se instalan como huéspedes en el pecho.
Las distancias ya no son geográficas:
son cuerpos cerca… sin conexión.
La oscuridad abraza,
no para abrigar,
sino para envolver el dolor en su sombra.
Te he pensado.
No es con quién estar.
Es con quién poder ser.
Un amor que no duela.
Uno que, bajo la luz de la luna, se entienda.
La noche cae,
y hay que vencerla cuando los pensamientos azotan
Por la mañana, el café resiste sin enfriarse.
Desde la ventana, a lo lejos,
la vida insinúa algo más.
Levanto la mirada, es un nuevo Día.
P.G.
Eternidad en un suspiro
Y si no fue casualidad…
si el destino nos tejió en secreto
mientras la vida fingía desorden.
Vivir el momento,
como quien bebe de un milagro,
con el alma desnuda
y los ojos cerrados.
Suspirar por vos,
salir del encierro
como quien encuentra
una puerta escondida
en mitad del pecho.
Y del otro lado – tu risa.
Bocanada de vos,
aire nuevo para mi fé cansada.
Volver a creer,
porque tus gestos
son oraciones sin palabras.
No es el ocaso,
es la hora en que florecen los instantes
que nadie ve.
Un renacer suave, silencioso,
solo para nosotros.
Fluir — como si el mundo se callara
para oírnos respirar juntos.
Y que seas…
mi eternidad en un suspiro.
P.G.
Las líneas no se cruzan
Fue ensayo de lo imposible,
una danza entre el abismo y el bostezo del sol.
La línea del horizonte — delgada,
caprichosa – se curvó
en una carcajada sin eco.
Fugaz, la cometa besó el cielo
y el viento, celoso, le gritó secretos
en idiomas que nadie traduce.
Pedí permiso al vacío
como quien golpea la puerta de un sueño.
Descubrí que la incertidumbre
es ese hueco que a veces se acomoda en el pecho
sin hacer ruido.
La amalgama — esa fiesta en penumbra —
tenía la voz de un silbido
dijo algo, pero yo solo escuche un chillido.
Escapé. O creí hacerlo.
Me encontré con el espacio,
ese lugar donde nada cabe
y todo se pierde a propósito.
¿Todo puede ser?
Irrisorio es mirar y coincidir.
Las líneas no se cruzan:
se ríen entre ellas.
Nada confluye.
Todo pasa.
Aunque a veces no lo veamos…
P.G.
Cuando todo se apaga
Desconectar no es huir,
es elegir el silencio
cuando el ruido ya no dice nada.
A veces, la vida se contradice.
Y eso también es vivir:
sostener lo incierto sin quebrarse.
Los mensajes no siempre llegan claros.
Pero el alma sabe
cuando es hora de moverse.
No hay mapa para lo genuino.
Solo la decisión de andar
con los pies en la tierra.
Salir del automático
es rebelarse con ternura
contra lo que adormece.
Estár vivo.
Ese milagro basta
para intentarlo otra vez.
Transitar es aceptar
que no siempre sabrás a dónde,
pero sí por qué.
El letargo no es un enemigo,
es apenas una pausa
antes del próximo despertar.
P.G.
Cuando
Cuando la vida te interpele,
cuando el vacío ya no llene,
cuando la luz no tape la oscuridad,
y el sonido tan solo aturda…
Cuando el mañana ya fue ayer,
cuando aun despierto te dormiste,
cuando llegar no sea ausencia
y el tiempo no se detenga…
Cuando te soslaye el argumento,
cuando te preguntes “¿cuándo?”
y no encuentres la respuesta…
Es entonces
— en ese umbral sin nombre —
cuando te das cuenta
de que, a pesar de todo,
la vida… sigue.
Y en ese instante, que todo parece detenerse,
la vida, elige avanzar.
P.G.
Una pausa
A veces hace falta mirar de lejos…
Observar la gente pasar,
como si el mundo caminara
sin pedir permiso.
Poner la mirada en el otro
y, por un instante,
sentirnos cómplices del momento.
Permitirnos ser atravesados.
Ser pausa.
Porque a veces…
hace falta sentir al mundo girar
mientras nosotros,
nos quedamos quietos.
Observar alrededor,
sin apuro,
como quien ya sabe que todo sigue
aunque uno se detenga.
Discernir lo real.
Mirar – sin ver –
Dejar – sin tomar –
Soltar…
P.G.
Atrapar lo efímero
Renunciar a la lógica,
para entregarse al misterio.
Atrapar lo efímero,
como quien guarda un suspiro en la piel.
Buscar lo perdido
con la ternura de quien aún espera,
y encontrar la salida
en los ojos de lo inesperado.
Sentir la lluvia
como un abrazo del cielo,
secar el cuerpo pero no el alma,
que se nutre,
cuando algo invisible la toca.
Abrazar lo etéreo
sin miedo a perderse,
porque a veces
el amor también es eso:
una caricia sin forma.
Descubrir
el caos en el orden,
y hallar belleza
en lo que no busca ser entendido.
Rozar el borde,
dar un paso en el abismo,
y aun así,
cerrar los ojos…
y confiar.
Y entonces,
cuando todo se detenga,
cuando el silencio
diga más que el tiempo,
que la vida — suave, intensa —
Nos toque el alma sin sonidos.
P.G.
¿Y si fuera al revés?
Despertar…
aunque el mundo aún duerma.
La conciencia golpea,
pero… ¿Quién la invocó?
El reloj sigue girando,
como giran los días,
como gira la idea
de que hay un “deber ser”.
¿Y si fuera al revés?
¿Quién te apura, si el alma
camina a su tiempo?
Hasta un reloj detenido
acierta dos veces.
¿Por qué no vos?
Dejar que la vida pase
no es perderla:
es entender su pulso
sin resistir el fluir.
¿De qué conciencia hablaban?
¿De esa que juzga o de la que abraza?
La vida es simple,
si te animas a habitarla.
Estar para todos, sí…
pero primero,
estar para vos.
Todo pasa,
y sin embargo,
los momentos — los verdaderos —
quedan.
P.G.
Reconectar
Desconectar,
cuando todo se apaga.
Las luces no siempre son guía,
a veces solo encandilan.
Incongruencias de la vida,
mensajes ambiguos
que el alma traduce cuando se anima.
Romper mandatos,
volver al cuerpo,
sentir el pulso,
la chispa que aún arde.
Ser genuino,
sin manuales ni máscaras.
Sentir que estás vivo
es dejar que así sea.
Caminar…
De eso se trata,
del arte de andar,
de salir de la pausa y volver,
conectar!!!
P.G.
En silencio
Para quienes entienden el silencio,
como una forma de decirlo todo.
────── ∞ ──────
A veces me detengo
a mirar el horizonte,
a sentir la suave brisa,
acariciar lo fugaz.
A hablarte sin palabras,
a descubrirte en una imagen,
a pensar apenas un momento
y vivir un breve instante.
A soñar, dormido, que soñamos,
a leer las miradas,
a descubrir los secretos,
guardar una historia.
A veces me detengo,
cuando descubro que soy parte…
y entonces sigo, hacia adelante,
buscando encontrarte, o simplemente,
encontrarte en el silencio.
P.G.
Como esperando
El reloj que no se detiene
marca las horas del alma.
Las huellas se dibujan solas,
la vida las deja
sin pedir permiso.
En cada paso,
un refugio.
Una guarida para el corazón
cansado.
Un rincón
donde habita el recuerdo.
Lentas, tus palabras,
como si el tiempo las midiera.
Rápidas, las respuestas,
como si temieran el silencio.
Caminante de pensamientos,
A veces juzgas, atento
a los giros del destino.
Y todo cambia:
Lento – Sutil – Inevitable.
Como el Sonido que persiste
Aunque ya nadie lo escuche.
Así pasan los días,
como esperando el resplandor
para que por fin se haga de día.
Pero el día no siempre llega.
A veces, uno mismo
es quien debe encender la luz.
P.G.
Mi razón
Mi razón para vivir.
Mi razón para sentir.
Soy el mismo de hace dos instantes,
una contradicción andante.
Personaje real,
con todas las expresiones,
de lo etéreo al caos,
del silencio al estallido.
Las que me llevan,
las que me niegan.
Soy el otro, siendo yo,
aunque siga siendo el mismo.
Lo vivido me atraviesa.
Soy creación constante,
gesto, impulso, búsqueda.
Creador incansable.
Soy esto que soy:
fragilidad y dureza,
ímpetu que encuentra,
presencia inconmensurable.
P.G.
El mundo
Me voy a comer el mundo,
pero no con hambre de victoria,
sino con las manos abiertas,
dispuesto a sentir.
Los ruidos de afuera
se disuelven cuando escucho
el pulso exacto del deseo,
esa vibración secreta
que enciende las luces del horizonte.
Sentir la paz de volver a amar
es encontrar refugio
en lo inesperado,
en lo que no pide permiso.
Estar atento, esperar, intimar
con el misterio.
Y entonces,
el choque de los cuerpos desnudos,
sin máscaras ni relojes,
nos devuelve la certeza
de que somos piel, somos roce,
somos humanidad descubierta
en el temblor del otro.
Y cuando el mundo ya no asuste,
cuando la ternura venza el miedo
y el deseo no sea urgencia sino lenguaje,
me voy a comer el mundo
con la calma del que ama
y el coraje del que se entrega.
P.G.
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