La llave del olvido

La llave del olvido

Les Andrade

10/07/2025

La llave del olvido

Dulce siempre había tenido dificultades para mantener una relación estable. Había algo dentro de ella que no la dejaba confiar, algo que arrastraba desde la infancia: los gritos, los golpes, el miedo constante que le provocaba su padre. Cada intento de amor terminaba en desamor, como si estuviera atrapada en un ciclo imposible de romper.

Un día, conoció a alguien diferente. Un hombre que, por primera vez, le despertó una esperanza real. Pero el miedo volvió. Sentía que lo iba a perder, como a todos los demás, por esa desconfianza que llevaba tatuada en el alma. Pensó que si pudiera borrar los recuerdos que la ataban al pasado, tal vez podría entregarse al amor verdadero. Tal vez, esta vez, todo sería distinto.

Entonces, algo le vino a la mente: su madre. Recordó que ella usaba una vieja llave, una que decía que le ayudaba a olvidar. La había visto muchas veces usarla tras una discusión con su esposo. Al día siguiente, como por arte de magia, su madre despertaba sonriente, como si nada hubiera pasado.

Dulce buscó la llave y, después de hurgar entre viejas cosas, la encontró. Venía con una nota:

«Esta llave es del olvido. Borra el recuerdo que desees, pero a cambio, borrará también un recuerdo feliz. Este último lo elegirá la llave.»

De pronto, comprendió el precio. Su madre la había usado tantas veces que, con el tiempo, olvidó quién era ella, quién era su hija. Olvidó incluso cómo comer sola. Ahora vivía en un sanatorio, perdida en su propio vacío, y Dulce ya no tenía a su madre consigo.

En ese momento, Dulce entendió algo profundo: no era su padre el que la había marcado más, sino su madre, por haber elegido olvidar en lugar de enfrentar.

“No tengo a mamá conmigo”, pensó. “Y con solo eso, ya hay un vacío suficiente como para no poder llenar con nadie más. No es solo el miedo lo que me impide amar, es el olvido. No quiero perderme yo también.”

Y así, guardó la llave. Decidió que, si iba a amar, tendría que hacerlo entera, con cicatrices y todo. Porque el amor verdadero no necesita olvido… necesita valor.

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