“Cuando el sonido de un tambor logra más que mil discursos, es señal de que un pueblo ha empezado a despertar.”
Con esta frase puede resumirse la esencia de El tamborín y el arquitecto, obra de Miguel Garnett que nos presenta un relato cargado de simbolismo y reflexión. La novela gira en torno al encuentro entre dos figuras aparentemente opuestas: un curandero el tamborín símbolo de la sabiduría ancestral, y un arquitecto, representante del progreso moderno y del conocimiento formal. A través de estos personajes, el autor nos invita a cuestionar qué entendemos por desarrollo, conocimiento y poder, y nos muestra lo que ocurre cuando se intenta imponer un modelo de avance que ignora las voces y realidades de las comunidades locales
Tamborín es retratado como un personaje profundamente humano, con orígenes humildes, dotado de una sabiduría que no proviene de libros ni universidades, sino de la experiencia y la tradición oral. Es un sanador no solo del cuerpo, sino del alma colectiva, que cura con palabras, escucha, y comprensión. En contraste, el arquitecto representa el conocimiento académico, la técnica, la planificación racional. Sin embargo, a lo largo de la obra se plantea si ese saber, desligado del sentir y de la memoria del pueblo, puede realmente transformar a una sociedad sin herirla.
Un pasaje clave de la novela resalta este valor de la memoria y de la tradición oral:
“La riqueza de la memoria. Personas como mi padre tienen memorias fabulosas. Mi padre debe haber escuchado cientos de cuentos y leyendas; historias contadas en las noches alrededor del fogón. Todas las recordaba siempre. Era como si tuviera una biblioteca en la cabeza.”
Esta cita no solo alude a la belleza de las historias transmitidas de generación en generación, sino que pone en valor la memoria como un verdadero archivo de conocimiento, resistencia y construcción identitaria. En este sentido, Garnett parece recordarnos que una cultura no se sostiene por monumentos, sino por las historias que viven en la gente.
En nuestra opinión, Tamborín no es simplemente un curandero. Es un arquetipo: representa la humildad, la sabiduría vivida, la empatía real. Frente a la posible frialdad de la autoridad técnica representada por el arquitecto, él se presenta como una figura confiable y cercana, profundamente conectada con la realidad cotidiana. Su forma de sanar no se limita a lo físico, sino que alcanza un nivel emocional y social que lo convierte en una presencia esencial para el tejido comunitario. Su origen humilde le permite comprender el dolor del pueblo y actuar desde un lugar de compasión genuina.
El personaje del tamborín tiene un referente real: Pascual Sánchez Montoya, un campesino cajamarquino que Garnett conoció personalmente. Según cuenta el autor, Pascual a pesar de no tener un título académico había leído más libros que muchos profesores universitarios. Desde niño, llevaba libros mientras pastoreaba ovejas, y con el tiempo se convirtió en una fuente inmensa de sabiduría. Esta figura inspiró a Garnett a escribir El tamborín y el arquitecto, presentando una contradicción potente: el tamborín, humilde y aparentemente ignorante, termina representando una inteligencia profunda y valiosa, mientras que el arquitecto, con todo su éxito profesional, simboliza un saber que puede tornarse ciego o insensible si no se conecta con la realidad del pueblo.
En nuestra visión, la novela expone una verdad incómoda: muchas veces se subestima o desprecia a las personas humildes, creyendo que no tienen nada que aportar. La obra denuncia cómo el clasismo y el prejuicio social nos llevan a medir el valor de las personas por sus títulos o su dinero, olvidando que la sabiduría puede venir desde los lugares más sencillos. Nos recuerda que un conocimiento verdaderamente útil para la vida y para la construcción de una sociedad más justa debe incluir empatía, experiencia y conexión humana.
El tamborín y el arquitecto no es solo una crítica a los modelos de desarrollo que ignoran lo humano; es también una defensa conmovedora de la sabiduría que nace del pueblo. Miguel Garnett nos recuerda que no debemos juzgar a las personas por su apariencia ni por su nivel académico, porque muchas veces quienes menos tienen son quienes más pueden enseñarnos. Esta novela breve, pero profunda, nos invita a escuchar más, a mirar con humildad, y a valorar la riqueza que habita en las voces silenciadas. En un mundo que corre detrás del progreso, Garnett nos hace una advertencia poderosa: no hay verdadero desarrollo si dejamos atrás la memoria, la dignidad y la humanidad de quienes nos precedieron.
Miguel Garnett, C. E. (2025). El tamborín y el arquitecto
Bibliografía
Miguel Garnett, C. E. (2025). El tamborín y el arquitecto
(Johnson, 2019, p. 4)
(Ortiz, 2019, p.1)
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