encuentro cero

encuentro cero

minutos.cf

08/07/2025

Hoy empiezo a escribir esto sentada en una mesa que ya no siento propia, en un lugar que hace apenas un año llamé hogar y que hoy no es más que un espacio donde convivo con la incomodidad como parte de mi ser.

Escribirlo, hablarlo con alguien que me importa, incluso compartirlo publicamente , se ha vuelto uno de mis principios más firmes. Esta columna buscará comprender los motivos de ciertas acciones, la indiferencia de la gente, y las historias que nacen en los cordones de la ciudad de Buenos Aires, vistas desde cualquier ángulo posible. Porque, si algo tiene valor en todo esto, es el sentimiento en su estado más puro.

Hace un tiempo decidí cambiar el rumbo de mi vida. Me moví unos 300 km desde mi ciudad natal para venir a buscar algo que no sabía que me esperaba. Quizás, para mi padre, esa decisión significaba estudiar una carrera, conseguir un trabajo, “armar una vida” como tantos esperan. Pero para mí, moverme implicó empezar desde cero: redefinir cómo pensaba, cómo sentía, cómo interpretaba todo a mi alrededor.

Podría decir que ahí comenzó el evento más importante —mi propio “evento canónico”—: cambié árboles por cemento, cambié un «buenas tardes» a cualquier persona, la conociera o no, por un “Boedo, por favor”. Cambié muchas partes de mí para intentar encajar en un lugar que no terminaba de entender. Y no me refiero solo a adaptarme en lo superficial, en los modos o los códigos. Hablo de volver a encontrarme, de reconocerme, de darme una nueva oportunidad sin juzgar aquello que, de repente, tenía otro sabor para mí.

Y eso es, hoy en día, lo que me hace amar y odiar este lugar al mismo tiempo.

Porque acá no sos, no estás, no buscás, no existís.

Y, a la vez, la gente se muere por ser, por estar, simplemente por el deseo desesperado de que alguien los vea. Solo un segundo. Para saber que no son una sombra, un espectro más, uno entre tantos.

– minutos, CF.

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