Y te oigo en cada paso, en cada andar. Te ocultas de mirada pero no de mi escucha. Te mostrás tímida, pero sos implacable. Juzgás de manera precipitada, te imponés ante el mundo sin pedir permiso, sin llamar a la puerta. Las frases tuyas son un sinsentido incomparable, un río arrasante de lo más fatídico posible. En un abrir y cerrar de ojos movés el mundo que te rodea, das verdad donde nadie quiere recibir. El cielo gris te acompaña, las hojas se secan, caen a tu alrededor. Te guía la ignorancia y la desfachatez, quedás segada por los ecos de un pasado cruel pero lejano. Te ocultás a simple vista solo por querer pasar desapercibida pero no sos más que un lugar obscuro y sombrío. Si alguien, tan solo alguien pudiera verte por un momento sería un tiempo fugaz y perdido. El hambre y la inmundicia son tu carne, la pobreza, mediocridad y tu llanto te acompañan. Aunque se asoman de vez en cuando esos rasgos de bondad y talentos, son pocos los días en que están y poco valen en este mundo. Sos la suma de la impureza con la infelicidad, corrés en un sentido que no tiene fin. Tu inicio fue mi error, tu nacimiento es mi tormento. Tu gélido ser es un pesar mío, es mi condena por darte paso en esta tierra. Te escondés pero estás acá. Tu respiro, tu olor. Estás cerca.

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS